Hoy es el día del hombre en Rusia. Regalan flores, en Rusia. No aquí. En Rusia. Aquí, hoy, es Raisa, en Rusia. Hoy, aquí, habrá una revolución. Y tú estarás viendo el móvil, distraída y absorta en tus quehaceres cotidianos, sin ver el posible concubinato entre realidad y ficción. Hoy, aquí, hay una revolución no televisada. Ahora, justo ahora. Cállate.
Silencio. Empieza la película.
No hay palomitas. Hay cacahuetes y galletas saladas. Las galletas saladas de la Sala Galileo Galilei. Mitifiquemos esas galletas, por dios. Hagámosles un cuadro, un documental, una estatua.
Volvamos a la película, al film. Un film transparente, una fina película envuelven las imágenes y la música. Venimos aquí acorazados, con los cañones en alto, tragando saliva y no pudiendo decir la verdad. Pero esto último es una proyección personal. La proyección en particular es El Acorazado Potemkin, una joya histórica, una de las mejores películas de la historia del cine. Proyectémonos al germen primigenio de la revolución rusa. El acorazado Potemkim recobra su fuerza y bravura gracias a su unión con Raisa. Raisa impronta la película, creando una banda sonora original, creada para la ocasión. El acorazado Potemkin es pura poesía en imágenes. El cine mudo daba una importancia extrema a la imagen, como metáfora. Y el cine revolucionario daba una extraordinaria importancia a la metáfora, como útil panfletario, como eslogan. Una obra original, dentro de otra obra original. Un mito revisitado y llevado a los caminos inescrutables del kraut.
Raisa plantea una obra estructurada en una canción única con cinco actos, divididos, más o menos como los cinco episodios de la película: Hombres y gusanos, Drama en el Golfo Tendra, El muerto clama, La escalera de Odessa y Encuentro con la escuadra.
El hombre común oprimido navega, en pro de la libertad común de los hombres.
Raisa, con la incorporación ya casi habitual de Xisco Rojo, otorgan a la película un nuevo status quo, con la guitarra, bajo, batería, teclados y steel guitar, formando el acorazado de acero, los 115.4 metros de eslora, los marineros, el motín y la bandera roja ondeante.
Serguéi Eisenstein, director de la afamada película inclina la cámara y observa con entusiasmo el énfasis que provoca al mensaje audiovisual final. Raisa sonoriza la película y provoca un énfasis en el mensaje audiovisual final. Un mensaje multimedia. No es una película. No es un concierto. No están aquí, están en Odessa, el ritmo motorik abraza la revolución, las percusiones, los golpes secos, los riffs chirriantes se juntan a un sonido de querencias psicodélicas, komische musik, rock progresivo, avant garde y notas libres escritas al margen.
El hombre común oprimido navega, en pro de la libertad común de los hombres. Raisa es Rusia.
Una auténtica gozada estos experimentos sonoros. No dejen perder la oportunidad en sucesivas ocasiones. El hombre común oprimido navega, en pro de la libertad común de los hombres.