22 de abril de 2015, Sala Copérnico (Madrid)
Fotos: Marta García
Anoche pudimos acudir a la sala Copérnico madrileña para ver a los ingleses Dry The River, muy bien acompañados de los cartageneros Nunatak.
El segundo álbum de los londinenses, Alarms In The Heart, que salió a la venta el pasado año, ha supuesto un tenue cambio de dirección para la banda, que sigue fiel a su folk melódico, pero rindiéndose ligeramente al indie rock en esta ocasión. Para ello, han prescindido de su violinista, en busca de un sonido más variado.
Un año después de haber publicado su primer álbum, Nunatak y las luces del bosque, un debut de lo más interesante que ya les ha llevado por buena parte de la geografía española, los de Cartagena aparecieron sobre el escenario con ganas de demostrar por qué son una de las promesas del folk patrio. O, tal como ellos se definen, del folk épico.
Defendiéndose con temas como Viajar al final, Más al norte o Nubes, Nunatak convencieron. Hubo seguridad, fuerza y fragilidad a la vez en su directo. Además, tuvimos el placer de conocer uno de los nuevos temas que aparecerán en su próximo trabajo, aún sin título. Dando por terminado el bolo con Soy viento, soy fuego, se despidieron has pronto de la capital; bien sabemos que volverán.
No haciéndose de rogar mucho, Peter, Scott, Matt y Jon subieron al escenario con toda su artillería pesada. Como era de esperar, el peso de su segundo largo, Alarms In The Heart, fue bastante obvio: diez temas pertenecientes a este trabajo pudieron escucharse anoche, entre las canciones más queridas del Shallow Bed de 2012.
El tema que da título al disco dio el pistoletazo de salida; acostumbrados a su anterior disco, más pausado, el público fue entrando en materia con un tema animado y rítmico antes del hype provocado por New Ceremony, uno de los cortes más celebrados de la noche, y una de las cartas de presentación del grupo en sus comienzos.
La frágil voz de Peter Liddle no dejó a nadie indiferente, y es que en este momento, los acordes que salían de su guitarra rítmica provocaron más de un escalofrío.
Siguiendo con Alarms In The Heart, llegaba una buena tralla de presentación del disco, de la mano de Hidden Hand y sus ecos indie-pop que engancharon con sus primeros acordes; y la intensidad de Gethsemane.
El aclamado single Everlasting Light, supuso un momento de locura transitoria contenida en sus guitarras y batería enfurecida, antes de dar paso a otro tema del mismo álbum como Rollerskate.
En este punto del concierto, apenas habíamos escuchado temas de su debut, Shallow Bed, pero entonces, History Book y Bible Belt aparecieron en el setlist. La vuelta al folk de sus inicios, al violín, a la calma con pasión atormentada que tan bien abanderan este primer disco, tan especial como revelador sobre la esencia de la banda, por fin se manifestó.
Pero el punto álgido aún estaba por llegar, cuando, en el momento del encore, la banda pidió al público que se guardase silencio para poder hacer una performance unplugged especial entre la gente.
Con un silencio sepulcral, Dry The River fueron arropados por su audiencia, y con sus voces perfectamente sincronizadas, en completa armonía, interpretaron Shaker Hymns, perteneciente a su primer álbum, en medio de una atmósfera de total veneración.
Y el colofón llegó con Weights and Measures, guinda final con una de las más bellas composiciones de la banda, en la que una intrépida fan se subió al escenario a saludar a cada uno de los miembros de la banda hasta que le mandaron bajar. Los británicos, perplejos, no dejaron que este cómico momento les interrumpiera la actuación y continuaron tocando con naturalidad esta joya de su primer álbum.
Su gira española continúa, así que si tenéis la oportunidad de verles en alguna de sus fechas, no dudéis en permitiros vivir este fantástico viaje sonoro lleno de emoción.