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DJ Shadow, la física del beat

Fecha: 28 de octubre de 2012

Lugar: Matadero (Madrid)

Josh Davis lleva media vida huyendo de su pasado. Con sólo 24 años escribía uno de los capítulos más memorables de la música electrónica de las últimas décadas. Endtroducing, disco imprescindible para entender la cultura del scrath y el sampleo, encumbraba a DJ Shadow como nombre de culto al mismo tiempo que sepultaba el resto de su producción. Y es que, guste o no, la mayor parte de su escasa discografía desde 1996 no alcanza ni de lejos la clarividencia y la brillantez de su debut. Tampoco The Less You Know, The Better, su última referencia discográfica fechada hace sólo unos meses.

A pesar de ello hay que reconocerle a Shadow su intento por buscar nuevos horizontes, luchando por no caer en viejos tics. Aunque para ello tenga que repetir una y otra vez, contraviniendo a parte de su público, que no piensa volver a su viejo y desgastado material. La pasada noche en Madrid se reafirmó nada más subirse al escenario del Matadero y otras dos veces más a lo largo de la hora y media que estuvo a los platos. Curioso cuanto menos ver a un DJ explicando sus pasos a través de un micrófono. Pero, claro, Josh Davis es de otra pasta.

Al menos en nombre, porque una vez se coloca los auriculares resulta un tipo corriente, un obrero de los platos empeñado en hacer de la mejor manera su trabajo. Más si cabe teniendo en cuenta que lo que presentaba en Madrid era un show como pinchadiscos, es decir, un regreso a la esencia de todo DJ: poner discos a girar, mezclar beats y breaks, hacer saltar al público.

Ritmos dubstep, trompetas y sugerentes coros se cruzaron en la mesa de Shadow. Aunque los reyes de la noche fueron los bajos, esos graves que golpean en el cuerpo y provocan el baile, la danza, el éxtasis. Especialmente en esas primeras filas llenas de gorras a medio calar, jerseys tres tallas más grandes y alguna que otra rasta. Puro hedonismo de club para luchar contra la gélida temperatura de la Nave de la Música. No, la noche no parecía hecha para esos ritmos pesados y orgánicos del Shadow de los noventa.

Una pena para los que le conocieron en su faceta de corta/pega y buscador del santo grial del sampleo. Un disfrute para los cientos de personas que se agolpaban al pie de un escenario sencillo buscando un simple chute de energía, ese ritmo que te quema las zapatillas. Vale, los puristas tuvieron su dosis de nostalgia con el imprescindible Organ Donor, santo y seña de la producción del DJ. Pero fue sólo una concesión a la galería, una debilidad en la que Shadow no puede evitar cada noche. Un espejismo que no hizo más que servir de contraste para un set áspero, potente, agresivo, lleno de breaks duros y contundentes. Reconozcámoslo, el viejo alquimista del vinilo se ha pasado ahora a la física. Y no, no lo hace nada mal.

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