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De viaje por la galaxia con These New Puritans

THESE NEW PURITANS

Fecha: 24 de noviembre del 2013
Lugar: sala Razzmatazz 2 (Barcelona)

Las dos opciones más plausibles hoy en día para hacer un viaje estelar son: 1) esperar a que las investigaciones de Harold White sobre la métrica de Alcubierre confirmen que es factible construir un motor warp que deforme el continuo espaciotemporal alrededor de la nave, o 2) sumergirse en la música de These New Puritans. Eso sí, mucho cuidado con el fuselaje: si es de lata como los conductos del aire acondicionado de la Razzmatazz 2, la potencia sónica puede desestabilizarla y provocar que la nave zozobre en medio del estruendo de un campo de asteroides.

Y es que esa fue la impresión durante el arranque del concierto. Las condiciones de la sala hicieron temer el desastre: la vibración de las tuberías, unido a unos bajos sobresaturados, arruinaron los primeros compases del concierto y dieron al traste las delicadas instrumentaciones de Spiral, Fragment Two y Light in Your Name, tres de las canciones del reciente Field of Reeds (Infectious Music, 2013). El delicado e hipnótico sonido de los metales (trompa y trompeta baja) quedó erosionado por las enojosas reverberaciones, mientras que, por otro lado, loops y samplers demasiado altos en la mezcla arrollaban el inquietante contrapunto vocal entre Elisa Rodrigues (nueva incorporación de la banda) y el líder de la banda, Jack Barnett.

Pero nadie dijo que la experimentación, ya sea en el rock o en la exploración espacial (¿no fueron ambas cosas lo mismo el pasado domingo?) fuese a ser fácil. Si uno lograba abstraerse a todas las complicaciones era capaz de sentir en el denso entramado musical el mundo exuberante, onírico, obsesivo y, a veces, opresivo, del sonido Puritans.

La banda de los mellizos Barnett exige prestar atención al detalle: no es un grupo para veleidades, a pesar de que, en algún fortissimo emocional, Jack abandonase su proverbial hieratismo para marcarse algún ramalazo vocal a lo Matt Bellamy que, desde aquí, desaconsejamos: su música, intrincada y estimulante, no necesita trucos baratos como ese. Salidas (escasas) de guión aparte, y una vez resueltos los problemas de sonido a partir de 3000, la primera incursión en su anterior trabajo, Hidden (Domino, 2010), el concierto logró crear una atmósfera irreal en la que el bajo de Jack Barnett y los loops de Thomas Hein aleteaban en tonos menores alrededor del cromatismo jazzístico y clásico del metal y los teclados.

Tras el desafortunado inicio, que pretendía ser más atmosférico que visceral, atacaron (nunca mejor dicho) con los arabescos de Attack Music y la contundencia electrónica de We Want War. El grupo se mostró recio y contundente, ensanchando el espacio y el tiempo para encajar fraseos de un significado que trasciende la lírica de Barnett y, como decíamos, busca la complicidad del oyente para aportar su contribución al sentido de la maravilla (y de la obsesión) que proclaman los Puritanos.

Organ Eternal fue un respiro mágico tras los obsesivos cortes de Hidden, y Field of Reeds y V [Island Song] sumergieron al respetable (la sala contó con una entrada media) en un entorno trip hop mucho más arty del que acostumbra el panorama actual; fue el momento en que se formó algún corrillo entre el público, que hasta el momento había permanecido absorto en la intrincada arquitectura de la banda.

En los bises retomaron el We Want War y acabaron el espectáculo con una soberbia Orion que llevó al público, de nuevo, de viaje por la galaxia.

En definitiva, una propuesta inquieta y estimulante para combatir el tedio indie que asuela las listas que llegan ahora en diciembre. Sus partituras, su música, está repleta de aristas y recovecos en los que perderse escucha tras escucha. Lástima de esos minutos iniciales tan malogrados, pues el sabor de boca que dejaron rayó en lo exquisito.

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