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Dcode 2017: Multitudes y rock and roll

Septiembre para mí siempre tiene un valor añadido. Sé, desde hace años que hay un fin de semana al año que mi ciudad natal se llenará de bandas que siempre soñé con ver, con caprichos musicales y con recuerdos inolvidables. Todo esto pasa porque por séptimo año pudimos hacer esta pequeña parada que supone nuestro recorrido veraniego por las diversas etapas festivaleras en este lugar llamado Dcode.

Como bien manda la tradición, nos armamos de valor y de ropa extra para presentarnos allí a las 12:50 ya que Miss Caffeina hacían su última parada antes del fin de gira por la capital. Gracias a que empezaron tarde los pudimos ver ya que las colas presagiaban que el sold out anunciado hace unos días iba a traernos más de un quebradero de cabeza.

Dejando este episodio aparte, nos dirigimos al escenario donde presentaban los madrileños Detroit aunque sin muchas diferencias frente a otros conciertos que hemos presenciado previamente. Estuvieron a la altura del horario algo intempestivo.

Aunque el cielo tornaba gris la alegría y la contagiosa vitalidad de Iván Ferreiro gobernaban la franja previa a la hora de la comida. El artista gallego se mostraba especialmente satisfecho por estar en un horario diurno y no escatimó en repartir éxitos durante la hora que estuvieron en escena. Como siempre vibramos de la emoción a cada acorde.

Tomamos un tiempo de reposo para afrontar con mucha fuerza lo que se avecinaba hacia nosotros. La salida del recinto fue catastrófica ya que las pulseras no existen en Dcode, por ello, tenían que fichar todas las entradas si querías volver a entrar, medida que se vio suspendida porque era inviable. Esperamos de corazón que para futuras ediciones se organice de otra forma porque no es tan complicado hacerlo.

Empezamos con Carlos Sadness, el rey del pop tropical, de las tribus de millennials y el ukelele, que tantas simpatías despierta en el público joven. Dio un buen repaso a sus canciones y además, anunció que habrá disco nuevo para principios de 2018 además de gira, saltando a recintos más grandes.

Nos hubiera encantado ver a Daughter pero como siempre alguna banda es víctima de los solapes y su horario se aproximaba en exceso a uno de los platos fuertes. Esperamos que haya otra ocasión porque para mí son un filón de inmensas canciones, así que esperamos al ritmo de Milky Chance que congregó a un gran número de asistentes y es que tienen el rollo que a tanto atrapa en estos contextos.

Del rollo de los asistentes también queremos hablar. Todos hacemos fotografías, nos reímos con nuestros amigos y comentamos la jugada pero un festival no deja de ser un acto cultural donde artistas se vienen a dejar la piel y unos asistentes, en este caso todos nosotros, vamos a disfrutar y a respetar. Si no cumples estos preceptos, quizás los festivales no sea el lugar dónde ir. Nosotros nos lo hemos pasado genial pero hemos visto multitud de peleas con violencia y eso nos parece algo injustificable y que va contra todo valor que transmita la música. Tenemos la sensación que el concepto de festival se ha desvirtuado demasiado y nos apena.

La espera se hizo larga pero Liam Gallagher saltó a las tablas. El de Manchester tenía un reto complicado y es que parece que tanto él como Noel viven siempre a la sombra del otro y los niveles de exigencia son todavía más elevados. Pero no vamos a hablar de sus broncas ni del outfit de Liam.

Entrando con los compases de Fucking in the bushes enseguida arrancó con Rock ‘n’ Roll Star. A mí particularmente me gustó verle cómo se desenvolvía solo, sin mucho cobijo, en el escenario y todavía me gustó más verle sonreír, cuidando que los detalles técnicos fueran bien. Es decir, le vi mucho más preocupado por sonar bien y agradar que hace 10-15 años y aunque todo el mundo parezca haber llegado a la conclusión que Liam se niega a avanzar, creo que sí hay un avance en él, al menos en el plano musical.

La verdad que el set list no fue apto para iniciados y aunque sonaron Morning Glory, Slide Away y por supuesto Wonderwall, sí presentó muchas canciones de su futuro disco, mucho más oscuro y urbano que lo que hacía con Beady Eye, que por cierto, tocó Soul Love, lo cual también fue algo sorprendente.

As you were va a gustar mucho, os lo podemos decir desde ya porque no pierde esa esencia que destilan los hermanos más díscolos de la era contemporánea.

Si alguien esperaba a un Liam endiosado, vaya, no fue la noche, sino más bien mantuvo el perfil bajo, estuvo agradecido y amable con el público, interactuando. Parece que estamos ante una nueva era prometedora y es que se habrá cansado del rol que lleva desempeñando 20 años.

Tras este maravilloso paso por la música de nuestras vidas, nos fuimos al sur con Maga, que vivieron en primera persona la maldición del tercer escenario, teniendo que parar el concierto. Afortunados fuimos de escuchar en plenitud Diecinueve y algunas joyas más de su suculenta discografía y es que están viviendo un gran momento.

Los siguientes en saltar a la pista eran Band of Horses, una de esas bandas que siempre cumplen con su público, haciendo una velada agradable y destacando la palabra belleza en mayúsculas. La increíble voz de Ben nos traslada a sus raíces y aunque no ha sido un año fácil para la banda de Seattle, resolvieron muy bien el concierto y es que al final siempre quedarán las canciones.

dejamos pasar al placer que provoca Interpol. Es posiblemente uno de los grupos que más ganas tenía de ver en mi vida y sin duda, sucumbí ante la oscuridad donde nos llevan Paul Banks y Daniel Kessler, a unos rincones infinitos y recurrentes.

La estética hace mucho y las luces, absolutamente cuidadas, cobraron un papel fundamental en ambientar todo lo que rodea a Turn on the bright lights, su álbum debut. Sin duda la banda newyorkina ha sabido mantenerse con los años, dejando que el trabajo bien hecho afirme que son una banda muy a tener en cuenta.

Tras interpretar del tirón este fantástico álbum, tuvieron tiempo para hits como Slow Hands o Evil. Bajo mi humilde punto de vista, fue el concierto con mayor calidad y contenido del Dcode y aunque la voz de Paul no sea de un registro que deslumbre, en el escenario se percibía esa explosión química que hace que un concierto pase de ser bueno a inolvidable. Para mí lo fue, una hipnosis colectiva.

Era difícil de asimilar lo vivido pero venía el concierto más esperado de la noche, que era Franz Ferdinand. Ellos también han vivido su propio ocaso con la marcha de Nick y lo tienen complicado para remontar a los números de 2004 pero ahí están, siendo grandes.

El concierto comenzó suave, con baladas como Walking Away o Jacqueline, un Krapanos siendo el rey de la fiesta y toda la noche por delante. Para sorpresa de todos, Do you want to sonó en el primer tercio del concierto, pero se reservó para después tesoros como The Dark of the Matinée. Nos gustaron los nuevos arreglos a las canciones, dándoles otro giro.

Para la fiesta final se dejaron Ulysses y un combo espectacular que siendo Darts of Pleasure y This Fire y es que su primer disco podrá estar en la lista de los mejores discos de aquellos años, fue un boom. Finalizaré diciendo que me gustó mucho más que en conciertos de años pasados. Aunque hubo mucha fiesta, tuvo un buen desarrollo y buen sonido. Si es que podrían estar en la liga de los grandes…

Para acabar la noche volvimos al pop nacional de la mano de Varry Brava, con la carga emocional de ser el último concierto de la gira, al menos por ahora; así que nos dedicamos a cerrar la noche bailando con Playa, Fantasmas o No Gires. Como siempre, inolvidable.

Y todo esto fue nuestro paseo por el Dcode de 2017, con una asistencia de más de 25000 personas. Para al año que viene no pedimos más que unas pulseras que eviten esperas innecesarias y sobre todo, un cartel al menos tan variado como éste.

Fotografía: Cuenta de Facebook oficial Dcode 

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