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Crónica Polifonik Sound 2018: Todo queda en familia

Se acabó. La undécima edición del Polifonik Sound ha terminado y ya estamos inmersos en un nuevo verano, el de 2018. Y es que este festival, que desde hace unos años optó por trasladar sus fechas de celebración al penúltimo fin de semana de junio, ha vuelto a ser el lugar elegido por 4.000 personas (2.000 por jornada) para vivir una nueva noche de San Juan sin hogueras pero con música en directo y en un ambiente eminentemente familiar.

He de avisarte, en en esta crónica encontrarás varias veces el término que cerraba el párrafo anterior y otras referencias similares. Pero es que no he tenido otra elección, no he encontrado otras alternativas y obviar este hecho o decir falacias serían dos opciones que estarían bastante feas. La realidad es que ese concepto, la familia, es uno de los factores fundamentales (y diferenciales) de esta cita musical celebrada en Barbastro el pasado 22 y 23 de junio.

Como ya se apreciaba en el cartel de esta edición, diseñado por Carlos Sadness, este año no había grandes nombres que eclipsasen al resto. En términos futbolísticos, el Polifonik Sound 2018 ha sido como el Atlético de Madrid en la etapa del ‘Cholo’ Simeone: competitivo, una clara definición de las líneas de actuación y fomento de un sentido de pertenencia que se incrementa por cada año de asistencia al mismo. Y así sucedió durante las dos jornadas del evento, aunque el concierto que mayor asistencia conseguiría sería el de La Casa Azul.

 

VIERNES 22: CALDEANDO EL AMBIENTE

Angel Stanich fue el encargado de inaugurar el Escenario Somontano, el cual se encontraba situado en el espacio cubierto de la Feria de Barbastro. Todavía se notaba que hacía tan solo un par de horas desde que diese comienzo el festival, como demostraba la relativa escasez de público presente, aunque frente a eso la formación ofreció un directo potente y con sorpresas. Sonaron los dos bonus track que incluyó Camino Ácido, su LP debut, como son El Río y Mezcalito; también Carbura! de su EP Cuatro Truenos Cayeron y un reparto equitativo entre el primer trabajo y Antigua y Barbuda, su segundo publicado en 2017, como Metralleta Joe, Señor Tosco, Mátame Camión, Un Día Épico o Escupe Fuego. Cumplió… y salió de Barbastro con dos palés de paraguayos y melocotones.

El relevo en el Escenario Ambar, montado en la zona al aire libre del recinto, llegaba de la mano de Mi Capitán. A estas alturas, a los conciertos de estas agrupaciones formadas por integrantes de otras bandas (la antigua Standstill o las todavía existentes Egon Soda y Love of Lesbian), no se les puede encontrar grandes pegas en sus directos. Son amigos, son honestos y tienen las cosas claras tanto en sus actuaciones como en su forma de ver la industria musical. Y eso lo reflejan en el escenario: actitud, potencia y una acústica casi perfecta. Hubo algunos guiños y referencias morales (la necesidad de respeto y trato igual entre hombres y mujeres a través de la explicación del videoclip de En la avenida y cómo les da igual cuanto público tengan porque ellos tocan porque les da la gana), sorbos a una botella de vino del Somontano y constantes chascarillos intentando provocar a un público «tíbio». Todo ello entre los otros dos singles de su reciente Un Tiro por la Salud del Imperio (Veo un caballo y Sal Corriendo), su versión de Alta Suciedad de Calamaro, incorporado en el primer LP de la banda Drenad El Sena e incluso Corre, hijo de puta, corre perteneciente al nuevo tercer álbum de Egon Soda publicado este 2018, El Rojo y El Negro. Y todo esto con Pecker como espectador entre el público.

Carlos Sadness es la viva prueba de lo que significa el Polifonik Sound. El autor del cartel de esta última edición el cariño que mantiene hacia el festival que, según afirmó, fue el primero que incluyó su proyecto dentro de los eventos musicales de este tipo. Con un público que había aumentado en cantidad, aunque hasta el concierto de La Casa Azul en la jornada del siguiente no se llegaría al pico de asistencia, ofreció un concierto en el que destacó la colaboración con Pecker en Groenlandia y la mayor complicidad con el público se produjo con Bikini y Qué electricidad.

Tras un breve parón, la única banda internacional del cartel se presentaba, Delorentos. Esta formación que ya había pasado por el festival en 2011 y 2016 presentó su último trabajo, True Surrender, junto con algunos de sus temas más representativos como Forget The Numbers, Secret o Show Me Love. Quizá un sonido demasiado grandilocuente y «llena-estadios» que chocaba demasiado con la realidad, ya que una buena cantidad de público optó por quedarse en la zona al aire libre del recinto con iPOP FM DJ’s. Aunque calidad tienen, su discurso parece no terminar de conectar… al menos en 2016 y 2018 en Barbastro. Y eso que intentaron animar a los asistentes presentes promoviendo los coros en temas como Everybody Else Get Wet e incluso tuvieron a un asistente-animador con la bandera irlandesa colgada que se recorrió el recinto varias veces durante su concierto.

Pecker fue el encargado de concluir los conciertos en directo de la primera jornada. Si antes comentaba el cariño de Carlos Sadness o la potencia de Mi Capitán, Pecker fue quien puso el baile el viernes. Un derroche de energía en uno de los, probablemente, conciertos más largos de toda la edición y que sirvió de colofón a una jornada a la que pondría la puntilla Virginia Díaz DJ. La ganadora con el Premio Ondas demostró el poderío musical que conlleva capitanear un programa en Radio 3: Lorde, Portugal. The Man, Supersubmarina, Two Door Cinema Club, Franz Ferdinand, Lykke Li… junto con Julio Ródenas al mediodía del sábado, las dos mejores sesiones del festival con diferencia. Saber leer la pista y saber dónde estás marcan la diferencia.

 

SÁBADO 23: Y LA HOGUERA ARDIÓ

Una de las novedades que incluyó la organización del festival la última edición fue la terraza TurmeOn, un espacio al mediodía en el coso de Barbastro en el cual varios DJs eran los encargados de amenizar la hora de comer y enlazar con el inicio de la segunda jornada del evento. Y, como he explicado anteriormente, Julio Ródenas cumplió sobradamente gracias a una acertada selección musical que amenizó la comida a más de uno.

Ya por la tarde, cuando el calor empezaba a dar tregua, Pet Fennec, el proyecto de Urko Eizmendi, se encargó de presentar su primer LP publicado a finales de octubre del año pasado en el Escenario Ambar. Si te gusta presumir de haber conocido a una banda antes de que comenzase a ser popular, Mount Pleasant es lo que deberías comenzar a escuchar. Además de tocar temas de éste, incluso se atrevieron a versionar Ballad of Big Nothing de Eliott Smith. Aunque poco pudieron hacer con el público, resguardados en la sombra a bastantes metros del escenario, demostraron sus ganas e ilusión. Demostraron que estaban disfrutando. El grupo tapado de esta edición.

Más tarde, el Escenario Somontano recibió a la banda revelación de 2017 (con permiso de Viva Suecia). Rufus T. Firefly, el proyecto liderado por Victor Cabezuelo y Julia Martín-Maestro, presentó su recientemente publicado nuevo trabajo titulado Loto. La segunda parte de Magnolia, éste primero publicado el pasado año y que les ha generado el crecimiento exponencial que no lograron sus predecesores, es una continuación que encaja perfectamente con esta nueva orientación de la banda. Acompañados por una escenografía propia y perfectamente sincronizada con el discurso de la formación, que tan sólo La Casa Azul logró superar en todo el festival, dieron comienzo tanto a su inminente gira veraniega por festivales como a la parte candente del sábado.

De la grandilocuencia a la simpleza. De la oscuridad a la luz. Del caso a la paz. Como si estuviese planeado, una nueva dualidad implicó a Carmen Boza. La gaditana, quien recientemente ha presentado su segundo LP, La Caja Negra, un trabajo en el que la dualidad en sus diferentes facetas resulta ser el denominador común, se presentó en Barbastro en formato trío (guitarra, bajo y batería). Junto con algunos guiños a lo especial de la noche, la más corta del año y toda la simbología que ello conllevaba, logró que el concierto quedase corto. Octubre, Culpa y Castigo, Gran HermanoAstillas, Mantra, Dámelo, La Vida Moderna… para ser su primer bolo en un festival este año, fue un gran directo. Lo que está claro es que, gracias a su segundo disco, nos vamos a acostumbrar a leer su nombres en el futuro a corto, medio y largo plazo.

La Habitación Roja, con un recuperado Pau Roca que desde el principio del concierto expresó esa alegría por la vuelta a los escenarios, demostró el 23 de junio hasta dónde les habían llevado los 23 años de la formación de la banda. Los nuevos temas incorporados en Memoria como Nuevos Románticos, Estrella Herida de Muerte, Berlín, Madrid o Líneas en el Cielo ya son vitoreadas por el público y sus clásicos, como Indestructibles, conforman un setlist para festivales que es ir totalmente a lo seguro. Y si, además, casi al final del directo subes a varios niños para que hagan los coros de Ayer, para qué quieres más.

Ante una buena cantidad de gente, probablemente el momento álgido del festival, La Casa Azul desplegó su espectáculo audiovisual. Beneficiado por su participación en la última edición de Operación Triunfo, algo que se pudo apreciar por el perfil de asistentes que apareció justo antes de su actuación y despareció justo después, hizo un repaso a su discografía que logró convertirse en el momento más álgido de baile de la presente edición del Polifonik Sound. Esa rara simbiosis que genera en ese gran contraste entre unas letras profundas y dolorosas y ese sonido pop mezclado con tintes electrónicos. Bailar llorando por dentro, esa dualidad a la que nos ha acostumbrado Guille Milkyway que tanto recuerda a la escena en la que Marge aparece en el Carnaval y dice «bailaré y me preocuparé al mismo tiempo». Podría Ser Peor, El Momento, La Revolución Sexual, Los Chicos Hoy Saltarán A La Pista, A T A R A X I A, Chicle Cosmos (versión más actualizada y encaminada al directo)… todo ello acompañado de una escenografía muy potente y totalmente cuidada. El concierto que, dentro de unos años, todavía se recordará en Barbastro.

Después del chute enérgico-trágico, Grises eran los responsables de cerrar las actuaciones en directo de la undécima edición del festival. Se notó una bajada significativa de público y la formación lo notó. Presentaron De Peces y Árboles, el regreso al evento tras su anterior visita al Polifonik en 2016 en el que hicieron lo mismo con su anterior trabajo, Erlo. Pese a una buena actitud, su directo quedó bastante condicionado por el bolo anterior de La Casa Azul y una calidad de sonido mejorable (una constante durante la segunda jornada en el Escenario Somontano). Ley DJ, la cual tuvo que hacer un abrupto final de su sesión por pasarse de la hora, puso el punto y final al festival celebrado en Barbastro.

En líneas generales, esta nueva edición (la undécima) volvió a fortalecer el valor intrínseco del festival: el ambiente. Un cartel bastante completo, con algunas joyas escondidas como Pet Fennec o Carmen Boza, pero que no logra marcar la diferencia en este país reinado por eventos musicales de este estilo. Sin embargo, en otros aspectos organizativos como el acceso al recinto y a los escenarios, la oferta gastronómica o el precio de la bebida, el Polifonik Sound sigue mejorando y demostrando que con cariño y trabajo se pueden alcanzar grandes cosas. Eso sí, el número de baños es algo que se ha de mejorar para futuras ocasiones ya que de madrugada resultan insuficientes ante esos picos de demanda.

Pese a esto último, cuesta encontrar más aspectos negativos de esta cita asentada en la localidad oscense y que, año tras año, demuestra el verdadero y diferencial trasfondo de un festival cuya finalidad no es económica sino la de ofrecer una gran experiencia musical en un ambiente familiar a todo aquel que asista. Barbastro, Polifonik Sound, nos vemos en 2019.

 

Fotografía: La Habitación Roja – Polifonik Sound

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