Este jueves 29 de noviembre, la sala Dabadaba donostiarra acogía una cita hecha para los más nostálgicos. Wire, precursores de los sonidos post punk e influyentes de una inmensa cantidad de bandas en las posteriores décadas a su formación, pisaban territorio guipuzcoano en medio de una minigira que ha recorrido buena parte de España.
Casi una semana entera se han pasado los británicos en nuestro país y, pese a estar muy reciente su último trabajo (Silver/Lead llegó en 2017 con motivo de los 40 años del grupo), han aprovechado para presentar varios temas inéditos que todo apunta a que aparecerán en un nuevo lanzamiento el próximo año.
En Donosti, Wire no estuvieron solos, ya que el cuarteto de Usurbil (Guipúzcoa) Rukula -no confundirse con la bilbaína RRUCCULLA– fue el encargado de calentar el ambiente. Y vaya si lo hicieron, porque la joven formación vasca ofreció en poco más de media hora un enérgico directo apoyado en su sonido instrumental que combina una gran variedad de influencias, al menos eso transmitió en vivo.
Tan pronto nos arremetían con distorsiones de poderoso rock espacial, como un bajo saltarín nos animaba a bailar por una vía británica cercana al dance punk. Eléctricos, feroces y entregados -dos de los miembros buscaron incluso los pogos en las primeras filas-, Rukula destacaron y sorprendieron con una actitud impecable.
Unos veinte minutos después del bolo de apertura, fue el turno de Wire. La banda, casi completamente original (el más joven Matthew Simms lleva años como sustituto del difunto Bruce Gilbert), desplegó en hora y cuarto todo su arsenal de ruido y distorsiones.
El concierto de los londinenses tuvo poco espacio para los sonidos “accesibles” y dejó un escaso protagonismo a sus canciones primerizas. Quisieron así demostrar que, 41 años después de Pink Flag, Wire no son de los que necesitan volver a sus orígenes ni mirar a su pasado para regalar un espectáculo más que notable.
Así, desde la primera toma de contacto comenzaron a introducir piezas nuevas. Sobresalieron entre estas Mindhive, 360° y Hung, que cerró el repertorio antes del bis con una progresión oscura y siniestra.
Antes de ello, Wire repasaron de puntillas algunos de sus trabajos de su extensa carrera, como el mencionado Pink Flag, ante el alboroto de alguno entre la veterana muchedumbre presente (Three Girl Rhumba) o Manscape (Small Black Reptile). El álbum que más se hizo notar fue The Ideal Copy, de su etapa new wave y cuyos temas, en concreto Over Theirs, tomaron en directo un rumbo industrial y ruidoso.
Asimismo, los veteranos de la banda mostraron su buen estado de forma. Sobre todo Graham Lewis, a quien le facilitaron un perchero a su lado para que colocara, entre otras cosas, una boina y unas gafas de sol que lució en parte del espectáculo -algún problema de vista quizá-. El bajista también tuvo protagonismo vocal en la sosegada Playing Harp for the Fishes y fue el único que se dirigió al público para conectar un par de veces “hola” y mencionar el Jazzaldia (tocaron allí hace unos años) para asegurar que preferían la sala.
De esta forma, y regalando un bis con Two People In A Room y la extendida Drill (uno de los pocos momentos para el «baile»), Wire obsequiaron al respetable con una combinación de clásicos y novedades que quizá defraudó a más de uno por la escasez de los primeros. Sin embargo, el inmejorable sonido y esa sensación de que no les hace falta recuperar sus viejas obras equilibraron el digno resultado de una formación legendaria que continúa agrandando su legado.