Eclecticismo, esa es la palabra que define a la perfección la primera jornada del Bilbao BBK Live 2018. Una edición que ya comenzó hace poco más de un mes con el festival urbano Hirian, y que ha tenido como preámbulo el Night + Day organizado por The xx. Por ello, la fiesta parecía muy asentada en la ciudad vizcaína y en un evento que arrancó con algún problema debido a las largas colas para coger los buses. Las críticas sobre las colas en la zona de acampada también se oyeron, aunque comparado con lo que sucedía a la misma hora en Madrid sonaba a menudencias.
En cuanto al cartel, los dos platos fuertes del día eran tan opuestos como deseados: Florence + The Machine y Childish Gambino. La primera contagió con su magnetismo y el segundo desató la locura de unos seguidores entregados al álter ego musical del actor Donald Glover.
Dos dúos y una decepción
Antes de llegar a ese punto, hubo varios conciertos destacados y que sirvieron para ir cogiendo fuerzas de cara a lo que venía. No faltaron decepciones, como la de Cigarettes After Sex, que ofrecieron un repertorio con una voz que no se intuía apenas y un sonido rematadamente mejorable.
Diferente fue lo de Morgan. La banda abrió el escenario más grande del Bilbao BBK Live 2018 y se notó que era algo especial para ellos. Llegaban con su segundo trabajo bajo el brazo, Air, y ese fue el que lideró el setlist de los madrileños. La voz de Nina (también al piano menos en la última, Marry You) y la guitarra de Paco López sobresalieron en un buen bolo de apertura.
Al acabar, era el turno en el segundo escenario del dúo catalán Maria Arnal i Marcel Bagés. Comenzaron sentados y daba la impresión de que no sería un concierto acorde a este escenario. Sin embargo, a la tercera se levantaron y Bagés cambió acústica por eléctrica. Cambio que se notó en el show, ya que evolucionó hacia algo mucho más épico. Entrelazaron los temas de su debut con alguna rareza como la versión del Niño de Elche (Miénteme) y un discurso político acorde a sus canciones. Cincuenta minutos en los que solventaron con elegancia la dificultad que entraña llevar una música tan tradicional a un macrofestival como este.
Y otro dúo, Let’s Eat Grandma, apareció a eso de las 19:15 en el escenario ThunderBitch. Las británicas, acompañadas de un batería muy apartado de ellas, presentaron los temas de su recién publicado I’m All Ears, una exultante revalida de la que tocaron seis piezas. Tan solo regalaron una del debut, Deep Six Textbook, en la que Rosa Walton y Jenny Hollingworth jugaron infantiles con las manos. Ambas estuvieron marchosas a los teclados (It’s Not Just Me), electrificaron el ambiente (Donnie Darko) y coquetearon con sonidos más experimentales con ayuda del saxofón (Falling Into Me). 45 minutos que supieron a escasos y en los que demostraron de lo que son capaces.
Monstruo escénico
Después de ver el final de los psicodélicos Temples, a los que no se les notó el poco rodaje (llevaban desde diciembre sin actuar en directo), y de presenciar el pésimo sonido de Cigarettes After Sex, era el turno de Childish Gambino. El ambiente en las primeras filas era de entusiasmo e impaciencia a partes iguales. El autor de This Is America demostró tener una buena pila de seguidores y no solo por el famoso videoclip. A eso de las 21:55 salió la amplia banda del estadounidense y el propio Gambino, desatando con su presencia a la mase enfervorecida. “¡Hola Bilbao!” gritó él contagiándose del ambiente.
Pese a la etiqueta de rapero, Gambino exhibió un variado abanico de sonidos en la línea soul y funk de su último Awaken, My Love!. Me and Your Mama, Boogieman, California o Riot metieron a la peña en un continuo desenfreno. Cruzó el pasillo central, corrió de un lado para otro, animó a las dos zonas de la multitud y levantó ovaciones por doquier. La gente estaba entregada y a cada gesto del artista, todo un monstruo escénico, el monte vibraba. Hubo tiempo para una de sus dos nuevas piezas (Summetime Magic), estrenadas un día antes, y para temas más “viejos” como Sober o la estelar 3005. Un espectáculo de otro nivel que sirvió para dar entrada por todo lo alto al mundo del rap en el Bilbao BBK Live.
El descontrol generado por el torbellino Childish Gambino se trasladó a la carpa Gora!, donde Parquet Courts sonaron mejor que la mayoría que pasa por este escenario. Al concierto de los neoyorquinos ayudaron los reiterativos pogos de las primeras filas y que antes de entrar se vio en letras grandes que Weezer es la primera confirmación para 2019. Enérgicos en los temas acelerados (NYC Observation), pusieron la calma necesaria a mitad de bolo (Before The Water Gets To High) y emularon a los Talking Heads metiendo silbatos y percusión en la homónima de su nuevo álbum (Wide Awake!). One Man No City fue el momento cumbre del acelerado recital del cuarteto.
Emocionada y magnética
Y sin tiempo que perder había que coger sitio para el cabeza de cartel de la jornada, Florence + The Machine. Florence Welch, a quien se la vio un día antes en la fiesta de Jamie xx y compañía, estuvo muy cercana y casi parecía emocionada de estar en Bilbao y en el festival. Sonó delicada al dirigirse al público, pidiendo que se abrazaran o que alzaran a hombros a quien amaban. Todo lo contrario al interpretar su cancionero, con una fuerza y un magnetismo que pocos artistas transmiten.
La acompañó una banda de altura y plural, con dos teclados, bajo, arpa, guitarras, percusiones… Una mezcla de pop de estadio, rock generacional y barroquismo que caló hondo en la audiencia, que observaba sin pestañear lo que ocurría en escena. Además, Welch se paseó constantemente por el escenario, saltando y acercándose a las primeras filas. Llegó incluso a insertarse entre la muchedumbre y situarse sobre las cabezas de los asistentes. El monte quedó a los pies de Welch y los suyos.
En cuanto al repertorio, Florence + The Machine se quedaron con los temas más populares de sus primeros tres trabajos. Incluso hubo hueco para la colaboración de la cantante con Calvin Harris (Sweet Nothing). De su último álbum, High As Hope, destacaron Patricia, con dedicatoria especial, y la oscura 100 Years; mientras que himnos como What Kind Of Man, Dog Days Are Over o Ship To Wreck fueron acogidas con gozo por el público. Regaló un bis con la cruda Big God y el hit superventas Shake It Out. Un total de 15 piezas que formaron un concierto escaso para su situación en la parrilla, pero que deleitó de principio a fin.
Y después, tocó ver a Mount Kimbie hablar en euskera (“Zelan? Ondo?”, preguntaron nada más arrancar) y desplegar su directo con momentos brillantes en la traca final: Delta, Blue Train Lines y Made To Stray. Un buen final para una ecléctica primera jornada que continuó con la fiesta en el Basoa, el Lasai y la carpa Gora!.