Lugar: Sala Apolo (Barcelona)
Fecha: 24 de marzo del 2015
Promotora: Houston Party
En el ruido hay melodía; en la sencillez, sólidos cimientos, y en los estribillos más catchy, una filosofía capaz de subvertir el sistema y trascender clases sociales para revelarnos unas cuantas claves de nuestra humanidad: compleja, contradictoria y cruel las más de las veces, pero no por eso menos fascinantes.
Este juego de contrastes se puede aplicar al punk tanto como género como movimiento: su eclosión a finales de los setenta trascendió los tejemanejes comerciales de Malcolm McLaren y se extendió como la pólvora para revolucionar la música popular, siendo la semilla de toda una plétora de nuevos géneros pero dejando tras de sí bonitos cadáveres, anclados y encorsetados en un estilo que parecía haberse consumido a sí mismo in the most punky way. Eso mismo pensó Howard Devoto cuando dejó Buzzcocks en manos de Pete Shelley. Y esa misma corriente, breve y torrencial, los llevó a disolverse en 1981.
Sin embargo, hoy en día, cuando la escena musical ha dejado de ser estimulante y muestra unos ramalazos conservadores, tanto en lo musical como en lo literario, parece no tan sólo que haya vuelto el momento de empezar un concierto con una declaración de principios como Boredom, sino que partimos de la misma situación que hace cuarenta años. No esperamos que Buzzcocks nos revele nuevos caminos musicales, aunque sí que su actitud, inquieta, incendiaria y revolucionaria (en lo musical) espabile a quienes podrían ser sus nietos para se quiten las legañas y abandonen la bisoñez neofolkindie por algo con sustancia. Actitud, amigos, actitud.
Buzzcocks andan de gira presentando su noveno largo, The Way (1234 Records, 2014), a punto de cumplir cuarenta años de carrera. Un disco del que diseminaron seis piezas en un setlist compuesto por otros dieciséis temas que, aparte de Sick City Sometimes, pertenecían a la primera etapa de la banda: Another Music in a Different Kitchen (United Artists, 1978), Love Bites (United Artists, 1978) y A Different Kind of Tension (United Artists, 1979). Tras arrancar con Boredom (primera composición de la banda, escrita en 1975 por Devoto y Shelley) llegaron Fast Cars y I Don’t Mind: una tríada poderosa que entonó al público y lo predispuso para lo que sería una hora y media electrizante, vital y sudorosa, que se hizo corta aun a pesar de la intensidad. Nada mal para una banda tan longeva. Keep on Believing y People Are Strange Machines fueron las primeras canciones del The Way que hicieron aparición; aunque sin la misma frescura de las canciones más antiguas Steve Diggle las defendió con dignidad al micro, logrando que mantuviesen el tipo y no decayese el interés. Eso sí, al intercalarlas entre clásicos flamígeros e y dotarlas de músculo, riffs abrasadores y un volumen que rozaba lo demencial le dieron portazo a cualquier atisbo de flaqueza o aburrimiento.
Whatever Happened To…?, Why She’s a Girl from the Chainstore y Noise Annoys sonaron frescas y directas, elevando la temperatura de la sala y creando un ambiente propicio para que Pete Shelley forzase y recrease ese tono agudo, ya un poco fuera de su rango vocal, de su veintena, mientras Diggle era todo riffs y risas, un señor de cerca de sesenta años con espíritu de guitar hero adolescente, dicharachero y juguetón con respetable. Aunque pudiera parecer que el repaso a los grandes éxitos era una maniobra conservadora, la actitud de la banda fue diametralmente opuesta: camaradería y complicidad con un punto entrañable, sin pretensiones y, sobre todo, con ánimo de disfrutar. Los Buzzcocks de hoy, igual que los de ayer: una banda con convicciones firmes que no se arrugan tal como no se arrugaron décadas atrás, cuando decidieron, contra todas las presiones, que Orgasm Addict sería su primer single, y junto con Ever Fallen in Love, el broche reivindicativo del concierto. Un final apoteósico en intensidad, con invasión de escenario, crowd surfing y buenas vibraciones. Hoy, igual que ayer, Buzzcocks son indispensables.