Este sábado 27 de octubre concluía la sexta edición del festival vizcaíno BIME Live con un gran protagonismo de los sonidos sintéticos y electrónicos en las horas nocturnas. Antes, eso sí, ofrecía una ristra de nombres de categoría para dar como resultado una heterogénea jornada, donde se gozó de un mejor sonido que en el día anterior. Ello, a pesar de que la sesión de Aphex Twin del viernes generaba dudas de si aguantarían los equipos en buen estado.
Por suerte, así fue y a partir de las 19:00 horas se pudo disfrutar de conciertos muy opuestos y que, en general, satisficieron a la audiencia. En algunos casos, incluso elevaron las expectativas hasta cotas muy altas, como en el espléndido repertorio de Kurt Vile o el luminoso y palpitante directo del productor ambient Jon Hopkins.
Los primeros en salir a escena fueron los pujantes australianos Rolling Blackouts Coastal Fever, una de las sensaciones de esta temporada y que calentaron los primeros compases del día. El quinteto se mostró en movimiento constante entre los tres guitarristas y el bajista, ofreciendo un adictivo y dinámico entretenimiento.
Se intercambiaron el papel de vocalista para presentar un repertorio liderado por su debut en largo, Hope Downs. The Hammer, Talking Straight, Exclusive Grace, Time In Common, Mainland… melodías les sobran para contagiar de entusiasmo a la audiencia. Después de ralentizarse en Fountain Of Good Fortune, cerraron el concierto con el éxtasis de French Press y el intercambio de roles entre el batería y la voz principal para que el primero hiciera ‘crowdsurfing’ sobre el público.
Otro que llegó con ganas de insertarse entre la multitud fue Ruban Nielson, alma máter del psicodélico proyecto Unknown Mortal Orchestra. La banda se posicionó dejando el protagonismo a un Nielson que se lució en los solos de guitarra de la inicial From The Sun, en la que se sumergió entre la gente por primera vez en los poco más de 50 minutos que estuvieron sobre el escenario.
La segunda ocasión fue para interpretar casi a capella los primeros segundos de Not In Love We’re Just High, antes de volver a la tarima y romper el tema con un baile acrobático. Asimismo, UMO se sirvieron de los épicos finales instrumentales de las piezas -destacó la introducción del saxofón en Ministry Of Alienation– para levitar a la audiencia. Los archiconocidos singles de su anterior trabajo, Multi-Love y Can’t Keep Checking My Phone, pusieron el broche a la actuación de Nielson y compañía.
Solventes y nítidos
Pronto conquistó a los presentes el bueno de Kurt Vile, que estuvo acompañado de su banda, The Violators. Los singles de su reciente Bottle It In, Loading Zones y la extensa Bassackwards, sonaron rápido en un bolo de hora y diez que se pasó volado gracias a las progresiones inmaculadas que ofrecieron en temas como Waking On A Pretty Day o Girl Called Alex.
Mezclaron pasajes eléctricos y acústicos para brindar una actuación sin grandes estridencias, pero con una solvencia impecable. Las canciones sonaron espléndidamente nítidas, destacando la nueva Check Baby y temas más antiguos como la hipnótica Wild Imagination o el country global de Pretty Pimpin.
El melenudo rockero Kurt Vile, que dejó claro a lo largo del bolo lo mucho que nos “amaba”, cambió constantemente de guitarra y obsequió a los presentes un regalo final. El estadounidense ex-The War On Drugs se quedó solo sobre el escenario para interpretar Peppin’ Tom, del disco publicado con Courtney Barnett en 2017. Un precioso final a uno de los mejores recitales del BIME Live 2018.
No tuvo tanta suerte con el sonido el exlíder de Pavement Stephen Malkmus, quien acudía junto a su grupo desde hace unos cuantos años, The Jicks, para presentar su excelente regreso discográfico, Sparkle Hard. Precisamente este disco ocupó la mayor parte del cancionero, con Bike Lane, Kite o Refute como puntos álgidos de lo ofrecido.
Sin embargo, los fallos técnicos -se le fue el sonido de la guitarra en uno de los temas- y no forzados -ese momento en el que se le cayó el micro- condicionaron el bolo de Malkmus. Eso sí, resultó un placer verle lucirse a las seis cuerdas y sus guiños finales a Pavement, con Stereo despertando del letargo a las primeras filas.
Noche lisérgica
Y como ya vaticinaba Malkmus en su concierto, era el turno de MGMT. El proyecto estadounidense liderado por Andrew VanWyngarden y Ben Goldwasser ideó una puesta en escena luminosa y psicodélica, en sintonía con su lisérgico sonido, que ha evolucionado hacia el pop ochentero en su última referencia, Little Dark Age.
Su vuelta no ha podido ser más redonda, y continúa propulsando a un grupo que deja claro en hora y cuarto que tiene material de sobra para cumplir con creces. Los nuevos temas tomaron el mando y fueron trascurriendo junto a clásicos de su corta trayectoria como Time To Pretend, Flash Delirium o la larga y cambiante Siberian Breaks.
Destacaron de las últimas She Works Out Too Much, con Andrew subido a una bicicleta estática; la oscura ola sintética de Little Dark Age, en la que inflaron en directo un enorme hinchable que representaba la portada del álbum; y el explosivo himno pop Me And Michael. Con la popular Kids despidieron, como acostumbran, un divertido, visual y atractivo repertorio de 11 temas que confirmaron el buen momento que viven MGMT.
Pero si hubo un ganador en la noche del sábado, ese fue el productor británico Jon Hopkins. Desde su mesa de sonido, ofreció un directo con bases ambientales, aunque mucho más rompedoras que en disco, y que supuso un auténtico viaje astral y sensorial gracias al juego visual que propuso Hopkins.
Arropado por un poderoso sonido que ya le hubiera gustado tener a Aphex Twin el día anterior, Hopkins presentó su último trabajo de estudio, Singularity. Una rave lisérgica en la que se invitaba a palpitar con la música y a sumergirse en las imágenes espaciales difundidas, y otras cogidas de sus videoclips. El auténtico triunfador de la velada.
Finalmente, el ecléctico BIME Live 2018 lo cerró la aclamada DJ Nina Kraviz en el GAUA. Una edición con más de 20.000 personas de aforo entre los dos días, según los datos de la organización, y que, pese a la falta de grandes reclamos populares, ha vuelto a convertirse en el mayor festival otoñal del país.