Fotografías: Luis Ángel Gómez
Cuando se bajan las luces, te plantas frente al escenario aún vacío de la Sala Truss del Barclaycard Center con el nombre de Biffy Clyro escrito en la pantalla. Y lo que esperas encontrar, lo que esperas que salga desde detrás del plasma, son los cabezas de cartel del Reading and Leeds, una de las mejores actuaciones de los festivales nacionales de este año como el FIB o el Mad Cool, los números uno del Opposites y de su nuevo disco Ellipsis. Unas estrellas del rock, porque en realidad eso es lo que son. Pero cuando Simon Neil y los hermanos James y Ben Johnston pisan un escenario, son los mismos chicos que con quince años se escaparon del instituto para dar su primer concierto. Ahora como la banda escocesa más importante del momento, siguen manteniendo esa conexión con el público, sean sólo unas decenas como este lunes en Madrid, o grandes multitudes como para las que ya han tocado alrededor del mundo.
Esos chavales ya han crecido, se han casado y han tenido hijos mientras lanzaban seis álbumes de estudio, uno de ellos doble. Ahora presentan el séptimo. Quizás uno de los lazos que mantiene a Biffy Clyro tan cercanos como son pese a los éxitos sean todas esas dificultades que atraviesan como personas normales: problemas terrenales que podría tener cualquiera, transformados en canciones que son himnos de estadio o bandas sonoras intimistas. Ellipsis nace de una crisis personal de Simon Neil y les ha llevado a reinventarse como banda. Curiosamente, el número tres marca algo más que el número de componentes en la banda. Como si de Star Wars se tratara, estas estrellas del rock lanzan sus discos como trilogías –ya sea de manera intencionada o no–, y si con ese doble Opposites cerraban una de ellas, con este nuevo trabajo comienzan la siguiente. «Una elipsis significa una pausa al final de una frase, pero nosotros la imaginamos como una pausa y el principio de una idea. Paramos en 2015 para reformular nuestras ideas, encontrarnos con la música y grabar el disco. Cuando el resto se unen al álbum lo están reanudando y creo que el título se refiere a eso (…). Creo que era importante tomarse un descanso y sentir que estábamos haciendo nuestro primer disco y que estábamos por primera vez en el estudio y toda esa emoción otra vez. Con Rick Costey en el estudio probamos cosas nuevas. Daba miedo pero tuvimos que hacerlo para avanzar como banda. No queríamos hacer Opposites Parte 2, y él nos ayudó, nosotros le empujamos a ello y juntos encontramos nuevas formas de trabajar. Es más fácil hacer algo con lo que estás más familiarizado.» –James Johnston.
Así que Simon, James y Ben se subieron a la plataforma para tomar una de sus guitarras, el bajo y subirse al cajón respectivamente para su concierto acústico. Ver a Neil con una guitarra acústica colgada de los hombros no es nada inédito, ya lo hace habitualmente en sus directos con Many of Horror, Machines o Folding Stars, pero la ocasión era especial. Como apuntó el bajista de los Johnston, era uno de los públicos más callados ante los que habían tocado, así que cada instrumento y voz llenaba perfectamente la sala.
Simon Neil tiene esa sensibilidad vocal y delicadeza que lo transmite todo. Desde sus primeros aullidos en Howl hasta la última nota del set, más que un showcase podía parecer un confesionario. Atraviesa la barrera de hacer música como arte cuando aprieta los ojos en las estrofas más sinceras y su expresión en el rostro es la de una persona que cuenta su sentimiento más profundo en ese instante. Así que cada canción parece ahora un secreto que compartimos todos los presentes. Al entonar Re-arrange su voz sonaba como una caricia a la melodía de su guitarra. «Escribir puede ser una vía de escape, siempre lo ha sido. Quizás por eso no lo he pasado muy bien el pasado año, porque me sentía como en una caja, y la música ser libertad, debería hacerte sentir libre y que puedes alcanzarlo todo.» –Simon Neil.
Eso es parte de la magia de los acústicos, la desnudez. Ver la piel y no sólo la armadura. Puede ser un cliché, pero cuando las guitarras no suenan como metralletas y la batería como un bombardero, las personas que hay detrás parecen más susceptibles aunque las letras sigan siendo las mismas. Biffy Clyro se muestran sin armas y escudos y completan el significado de este Ellipsis y de algunos de sus trabajos anteriores: la franqueza y la naturalidad de lo romántico en su sentido más estricto, el dolor que conmueve y el alivio que emociona. Es difícil hacer resistencia cuando apuntan con un instrumental vertiginoso y violento, pero casi lo es más cuando cambian las pistolas por rosas. «Siempre vamos a ser una banda de rock. Todo lo que hacemos está inspirado por la música rock. En Ellipsis queríamos explorar con algún sonido más electrónico pero siempre hemos querido ser un trío de música rock así que siempre volvemos a la música más dura. Podemos explorar cosas diferentes en los discos, queremos evolucionar, no queremos hacer los mismos discos una y otra vez. Esto es el principio de otro capítulo para la banda, pero siempre vamos a ser una banda de rock, siempre vamos a gritarte en algún momento.» –Simon Neil.
Además de los riffs frenéticos también es seña de identidad de estos escoceses una batería potente. Y cuando de todo ese armazón a Ben Johnston sólo le queda el bombo para hacer sonar junto al cajón, esa desnudez se torna algo más obvia. No sé si echó de menos las baquetas, pero sin ellas siguió siendo igual de certero en la percusión. Acostumbrado a hacer vibrar el suelo con cada golpe en los directos, pero suave acompañamiento en los temas como en Medicine. Por su parte, su hermano James es un animal en calma pero bastante inquieto enchufado a su bajo eléctrico. Biblical fue la última de las cuatro canciones que regalaron a los fans. Ahí el silencio se rompió y emergieron por primera vez unos coros tímidos entre el público, pero sin irrumpir la escena íntima. «Este álbum es más individual, es una relación entre tú y el disco, entre tú y las canciones y que se conviertan en tus mejores amigas.» –Simon Neil.
Cuando hablo de llenar la sala de manera perfecta me refiero precisamente a todo esto. Conseguir encajar el momento como si fuera una pieza de puzzle, cada canción siendo el ambiente entre esas cuatro paredes; cantar y sentir cada verso y tocar y sentir cada nota, con todo tu alrededor paralizado en el mayor de los silencios porque siente lo mismo que tú. Transmitir, conectar, tomar sentimientos, construir canciones de ellos y después hacer ambas cosas tangibles en un instante concreto. Esto es lo que ocurre cuando ves a Biffy Clyro a tan sólo unos metros de distancia en un set acústico, aparentemente desarmados pero igualmente imbatibles. Para verles con toda la artillería tenemos que esperar al 25 y 26 de enero en el Sant Jordi Club de Barcelona y el Barclaycard Center Ring de Madrid. «Apenas podemos creer los conciertos que vamos a dar en enero. Siempre que hemos venido a España nos hemos tenido muy bienvenidos y espero que que sepáis lo especiales que sois como público. Hemos tocado por todo el mundo pero la pasión y volumen que tenéis aquí es único. La idea de tocar para más de vosotros asusta, pero no podemos esperar.» –Simon Neil.