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Baroness en el Apolo de Barcelona: Comunión extática

Había expectación por ver a Baroness en las condiciones que una banda de su calibre se merece. Desde la ya lejana visita a la sala Estraperlo de Badalona en 2012, muchas cosas han pasado en el universo musical de Baroness. La mejor de ellas la recuperación de Baizley y de la banda como cuarteto, lo que ha llevado, finalmente, a la publicación del que para muchos es el disco de metal (por llamarlo de algún modo porque Baroness desde el Yellow & Green hacen algo más que metal, como Mastodon) del pasado 2015, Purple.

Lo cierto es que, como hemos dicho, la expectación era muy alta, de ahí que el Apolo presentara el aspecto de sus mejores noches, prácticamente lleno, lo que permitió que los teloneros, los vascos Cobra, pudieran lanzar todo el sludge que llevan dentro, dejando a todos los que pudimos verlos con una permanente cara de sorpresa. Lo cierto es que lo que estos chicos son brutales en directo. Con su música a medio camino entre Pantera, Down, COC, con una potencia vocal e instrumental atronadora tanto por parte de Lete, que no tiene nada que envidiar a un Phil Anselmo, como parte del resto de la banda que, con tan sólo una guitarra, un bajo y una batería, conseguían una muralla tónica atronadora. Lástima que el sonido que tienen en directo no acabe de conseguirse  en los discos.

Pero lo cierto es que Cobra consiguió que el Apolo se llenara de sudor y de gargantas dispuestas a corear todos y cada uno de los temas de los de Georgia. Y lo consiguieron, aunque el estático público de Barcelona no pareció entender que estaba en un concierto hasta que sonó el último tema, Take My Bones Away, ya que fue el único en el que público botó, saltó y bailó dejándose llevar por la música. De todos los conciertos que he visto, en diferentes partes de Europa, el público de Barcelona es de los más estirados y apenas se mueven aunque disfruten enormemente de lo que están viendo y canten a voz en grito. Pero en fin, lo importante no es el público sino la banda. Y Baroness demostró que confían plenamente en la calidad de Purple por la cantidad de temas que tocaron de su último trabajo. Empezaron el concierto con Kerosene, un medio tiempo que va creciendo, con el que nos subieron a todos el peldaño necesario para empezar a saco con March to the Sea, con el que ya todos empezamos a corear ese estribillo desgarrador: Heroin, Where did you take my friend? Dos temas más de Purple como Morningstar, uno de los más metaleros y Shock Me, uno de los mejores temas del disco.

Con Board Up The House volvieron al Yellow & Green, un tema que a mí me ha recordado siempre a Weezer, revisados por el metal de Baroness y que bajó un poco las revoluciones, hasta que Green Theme nos mostró a Peter Adams y John Baizley como a unos Thin Lizzy actuales. Sus guitarras dobladas, su saber moverse entre el metal, el rock, y el rock clásico, con influencias de los años 70, como los ya citados Thin Lizzy o Wishbone Ash e incluso Mahogany Rush, nos demuestran que Baroness han trascendido el Sludge, el Heavy Metal o el Stoner más progresivo para convertirse en una banda de Rock, capaz de aglutinar a metalheads, postrockers, amantes del progrrock, rockeros de la vieja escuela y público casual. Tras una visita mas al Yellow & Green con Sea Lungs, la vuelta a Purple con un tema que es una revisitación del rock clásico de la Creedence (buscando la conexión meteorológica de los títulos) readaptado a un contexto actual por Baroness. Y es que son capaces de hacer no una balada de metal, sino de crear un tema de Rock Clásico, que enlazó perfectamente con la instrumental Fugue, otra muestra de rock de los 70 con esa mirada puesta a Wishbone Ash, Thin Lizzy, Mountain, el Robin Trower de Bridge of Sighs o los Scorpions de Uli John Roth. Fugue enlazó con el que será el tema que llevará a Baroness al éxito más allá de su estilo: Chlorine & Wine. Canción puso a todo el público a cantar desde que Baizley da inicio al tema hasta ese estribillo final, en el que todos como una sola voz acompañamos a Baroness como si fuéramos parte de la banda, en uno de esos bellos momentos de comunión entre una  banda y su público. The Gnashing, uno de los mejores temas de su Blue, nos volvió a traer a los momentos más guitarreros, donde Peter Adams se lució como guitar hero con esos punteos increíbles que aparecen por debajo del tema. Try to Dissappear nos devolvió al Purple con otro épico estribillo, al que siguió Desperation  Burns, uno de los temas más contundentes de su último disco, con ese riff monolítico. Y llegó el turno de Eula, que fue directamente apoteósico. El perfecto colofón para el estado anímico en el que estábamos todos los asistentes, a tan solo un punto de alcanzar el éxtasis catártico de la mística en la que Baroness nos iba sumergiendo durante todo el concierto sin que nos fuéramos dando cuenta. No sé cuantos nos reunimos en el Apolo, pero sí que se que ver a todos cantando como una sola voz: And I can’t forget the taste Can’t forget the taste of my own tangue que además, tras el accidente de la banda, parece una letra premonitoria, nos dejó flotando en perfecta comunión los unos con los otros.

Tras un breve receso los bises. Y tras la experiencia catártica llega la liberación extática, y eso es lo que propusieron los Baroness en el encore: Isak, con sus guitarras dobladas, sus juegos de punteos y su sludge grandilocuente, sirvió como apertura de la válvula de escape que acabó totalmente abierta con Take My Bones Away que puso, ahora sí, a todos el público a saltar y a botar como berserkers antes de entrar en batalla. Cada iteración del estribillo era una liberación de energía que al final, sin darnos apenas cuenta nos dejó agotados y destrozados como si hubiéramos librado una batalla.

Y es que Baroness, se han convertido, junto a Mastodon, en la banda referencia del metal. Y los llamo metal, por ubicarlos en un contexto amplio, porque lo cierto es que ambas bandas lo han trascendido. Hacen otra cosa.  Si Yellow & Green fue el Crack the Skye de Baroness, Purple ha sido su Black Album. Aquel en el que se conjuga todo lo propuesto a través de sus 12 años de carrera como banda y que, sabiendo de donde se viene y sin olvidar sus influencias y su pasado, consigue dotar a su música de conceptos mucho más amplios que consiguen llegar a un público mucho mayor que el pueden encontrar en su propio nicho. Y además, como si de una experiencia iniciática se tratara, Baroness, ha sabido volver de la oscuridad para renacer como una banda mucho más luminosa, capaz de hacer de cada sala de conciertos en la que actúan, un templo donde ofician sus ceremonias extáticas e iniciáticas en las que se sumerge al público a un viaje en el que se fusiona con la propia banda. Uno de los conciertos de lo que llevamos de 2016 sin duda, y eso que no tocaron A Horse Called Golgotha. Y ni falta que les hacía.

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