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Arctic Monkeys, nunca una juventud fue tan madura

Un concierto de los Arctic Monkeys siempre es un acontecimiento especial. Es cierto que ya han pasado seis años desde su fulgurante aparición con Whatever People Think I Am, That’s What I’m Not, pero todavía parece que fue ayer cuando escuchamos hablar por primera vez de un cuarteto de chavales insultantemente jóvenes y llenos de talento que causaron furor con los primeros temas que colgaron en su MySpace, cuando esta red social todavía tenía alguna relevancia.

Pero los chicos han crecido y han cambiado, y aunque puedan haber perdido algo de su frescura inicial, han sabido evolucionar y encaminar adecuadamente su carrera, que ya incluye cuatro magníficos discos. Y es que parece que la capacidad creativa de Alex Turner no tiene fin, ya que aún así tienen tiempo para bandas sonoras, como la maravillosa Submarine, o proyectos paralelos como The Last Shadow Puppets, acompañado por su telonero de lujo en esta ocasión, Miles Kane.

Aunque, realmente, casi podríamos decir que, más que grupo principal + telonero, se trató de una doble sesión, ya que muchos teníamos tantas ganas de ver a Kane como a los Monos. El ex líder de The Rascals venía con su debut en solitario bajo el brazo, cuya interpretación completó con una versión de Jacques Dutronc (The Responsible) y un nuevo tema que denominó My Kind. Pero, sobre todo, nos hizo vibrar con temazos como Rearrange, uno de los mejores temas del año pasado, o Inhaler. Desde luego, su presentación en directo de Colour of the Trap nos dejó con muy sabor de boca, con bailes imposibles con las piernas y un look muy a lo Paul Weller incluidos.

Y al rato, sus “hermanos mayores” salieron al escenario. Ya sólo con verlos, nos podemos dar cuenta de lo mucho que han cambiado en estos años. Aquellos chicos tímidos, con cara de haberse escapado del instituto, que visitaron por primera vez Madrid allá por 2006 y que daba la impresión que querían salir corriendo del escenario, se han convertido en una banda con empaque, con una apariencia y un sonidos más “maduros”, por mucho que a veces nos guste evitar este adjetivo.

Quizá el cambio más evidente, dejando aparte el propio sonido de la banda, se haya producido en la actitud sobre el escenario de un Alex Turner cada vez más suelto, más cómodo en su papel de frontman, dirigiéndose al público de forma frecuente y gesticulando a su manera en varias de las canciones, siempre que se daba la ocasión de soltar su guitarra por unos segundos.

Como no podía ser de otro modo, la actuación fue hilvanando, uno tras otro y prácticamente sin tregua, los enormes temazos, algunos incluso ya podrían denominarse himnos, que ha ido lanzando la banda en estos años. Sonaron The View From The Afternoon, I Bet You Look Good On The Dancefloor o When The Sun Goes Down de su debut; Teddy Picker, Brianstorm o 505 (con la colaboración de Miles Kane) de Favourite Worst Nightmare; Crying Lightning o Pretty Visitors de Humbug (del que menos canciones tocaron); y Don’t Sit Down ‘Cause I’ve Moved Your Chair, Black Treacle, She’s Thunderstorms o Brick by Brick de su última entrega, Suck It And See.

Ya podéis comprobar que se trató de su setlist sin puntos flacos, aunque cada uno siempre pueda encontrar una canción que le gustaría que también hubiesen tocado. En definitiva, pudimos comprobar que los chicos se han hecho mayores, y que podemos seguir esperando grandes cosas de ellos. Su talento y ganas siguen pareciendo infinitos. Y siguen siendo muy jóvenes. Estamos deseando ver qué depara el futuro con los de Sheffield.

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