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Arctic Monkeys, brillante madurez en Madrid

Foto: Xladyoflight

Arctic Monkeys han madurado. Sí, no descubro nada nuevo, eso es cierto. Pero no por ello puedo dejar de destacar la evolución que veo en cada una de sus visitas a Madrid, ya que hasta el momento no me he perdido ninguna. Nada queda de aquel Alex Turner tímido y algo perdido en el escenario que nos visitase hace años con el disco de debut de los de Sheffield. Y no sólo hablo de su cambio de look hasta convertirse en una versión 2013 de Johnny Cash, sino de la presencia y dominio del escenario que posee en estos momentos. Pero también del sonido de la banda, que ha cambiado desde los hits inmediatos de sus comienzos hasta la rotundidad y mayor riqueza de su oferta actual, que bien es cierto cada vez suena menos británica y más americana, aunque sin olvidar totalmente sus raíces.

Y qué decir de su repertorio. A veces parece que Arctic Monkeys llevan toda la vida con nosotros. Y aun así siguen siendo insultantemente jóvenes. ¿Cuántas bandas pueden presumir de la cantidad y calidad de su música sin haber alcanzado siquiera la treintena? Es que incluso ya pueden permitirse el lujo de versionarse a sí mismos, actualizar el sonido de algunos de los temas de sus comienzos, como demostraron el pasado viernes con una sorprendente interpretación de Mardy Bum, ese favorito de los fans que casi nunca tocaban en directo.

Hablemos también de su público. Hay que reconocer que los de Sheffield se ha convertido en una de esas escasas bandas capaces de llenar recintos como el Palacio de los Deportes madrileño y reunir allí a un público muy heterogéneo, trascendiendo la escena más independiente hasta confirmarse como una banda de masas. A lo grande. De verdad, en el recinto no cabía un alfiler. No sé si es casualidad, pero últimamente estoy presenciando unos sold outs rotundos. Afortunadamente, los amantes de la música no dejamos que la escena en vivo muera, desde los conciertos más pequeños a los más grandes, por muchas trabas que Ayuntamientos e instituciones nos pongan continuamente.

El concierto comenzó fuerte, con una banda situada en un sobrio escenario presidido por dos gigantescas letras, AM, en homenaje a su último trabajo y las propias iniciales del grupo. Las guitarras fueron las protagonistas de las primeras canciones del setlist, que hacía frío en la noche madrileña y había que calentar al público desde el principio. Do I Wanna Know?,  Brianstorm, Dancing Shoes, Don’t Sit Down Cause I Moved Your Chair, Teddy Picker o Crying Lightning lograron el objetivo. Sobre todo en las primeras filas, que experimentaban un impresionante oleaje que llamaba la atención desde mi posición.

Pero Alex Turner también tiene un lado tierno, que hemos podido ir conociendo a lo largo de sus trabajos y según su timidez ha ido dejando paso a una mayor seguridad y madurez. Nada mejor que demostrarlo con canciones como Reckless Serenade o Cornerstone. Aunque ahora ha incorporado otra faceta, que en momentos, por repetitiva, sonó algo forzada, y es la de seductor, con continuas dedicatorias al público femenino de la sala.

No faltaron referencias a todos los trabajos del grupo, algo que se agradece cuando has podido seguirles desde sus comienzos. Además de los temas ya mencionados, no faltaron canciones como I Bet You Look Good From The Dancefloor (Whatever People Say I Am…), Fluorescent Adolescent u Old Yellow Bricks (Favourite Worst Nightmare), o Piledriver Waltz (Suck It And See).

Aunque, por supuesto, el grueso de canciones lo formó AM, que por algo era el disco que presentaban en directo, del que también pudimos disfrutar One For The Road, Arabella, I Want It All, Fireside, Why’d You Only Call When You’re High, Snap Out Of It o la magnífica I Wanna Be Yours.

Mención aparte merecen las dos canciones elegidas para cerrar el concierto. Como ya he comentado antes, una versión semiacústica y actualizada de Mardy Bum, que fue quizá la sorpresa más agradable del concierto. Se trata de una de esas canciones que van creciendo, que se hacen populares a lo largo de los años sin ser uno de los singles principales, y pese a ello, es improbable llegar a escucharla en directo. Pero esta vez sí fue posible. Después, y como despedida, nada mejor que cerrar con uno de los temas más rotundos de su AM, R U Mine?, tras la que se perdieron en el inmenso escenario tras el merecido agradecimiento al público que les estuvo coreando todo el tiempo.

La leyenda de Arctic Monkeys sigue creciendo. Pueden gustarte más o menos, pero es innegable que ocupan un lugar de oro en la música de principios del siglo XXI. Hay pocos grupos que den esa sensación, tras cinco discos, de que su talento no flaquea, sino que incluso es posible que lo mejor aún esté por llegar. Después de tantos años, sigo pensando que estos chicos tienen cuerda para rato. Sólo el tiempo dirá si me equivoco. Hasta entonces, sigamos disfrutándoles…

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