Alt-J es una banda especial. No es una banda al uso, ni es fácil de escuchar a primera vista, a pesar de ser la sintonía de varios anuncios. Es un delicado tejido compuesto por melodías que nos invitan a soñar, cánones vocales de compleja resolución y en conjunto, algo que va mucho más allá de lo que ofrece cualquier formación.
El trío británico ha sabido desarrollar su carrera de una forma orgánica, dejando que todo fluya y crezca en su justa medida excepto su talento, cuya imaginación no tiene límites. Han sabido dar ese toque millennial sin resultar fáciles y han sabido cuajar en cerebros de dura intromisión, manteniendo su reputación intacta, ¿Y cómo se consigue hacer tantas cosas con tan solo tres discos?
Sus álbumes son tres piezas dignas de estar en un museo, ¿Por qué? Cada uno de ellos son capas y capas de suculentos matices, giros inesperados a cada canción, donde puede primar el candor folk o el más oscuro rock industrial, todo ello sin salirse ni resultar excéntrico. Aunque parezca banal, nos parece excesivamente complicado lo que hacen.
Por ello, queríamos verles en su propia gira. El gran abanico de festivales nos ha permitido poder vivirlos pero insisto, nada como las propias giras. Así que allí nos plantamos, con una temperatura bajísima para ser Madrid pero con ganas de poder sumergirnos en el universo mágico de Alt-J.
Para abrir boca, fueron teloneados por Marika Hackman, trío de origen inglés que nos ofrecieron un gran anticipo, incluso ganas de más. Os recomendamos su escucha, nunca viene mal abrirse a nuevos talentos.
Y salieron Gus, Thom y Joe a escena, abriendo con Deadcrush, de su último disco Relaxer. Hay quién ya ha criticado que solo tocaran cuatro canciones, teniendo en cuenta que solo tiene ocho canciones, tocaron el 50%. Está bien para presentar un disco, de verdad.
Su presencia en escena, acompañado por un soporte lumínico espectacular (el mejor que he visto posiblemente nunca) que acompasaba a cada acorde, nos hacía literalmente flotar. Sus conciertos van más allá de la música, son una experiencia sensorial de primer orden y se nota que cuidan excesivamente cada detalle, con mimo, con elegancia. Todo es minimalista, pero sus composiciones son barrocas, desbordantes.
Seguimos con Fitzpleasure, donde la base de sonido más sucia juega con un canon de voces increíble, ahí es donde uno descubre que Alt-J es ese plus añadido que a veces le falta a las bandas. Puedes hacer música pero es necesario que sea algo durable en el tiempo, que quede para siempre.
Nara fue el tercer éxito, que es casi un canto budista más que una canción al uso pero ahí es donde hablamos de las texturas, cabe todo para crear atmósferas, a veces la música se queda sostenida durante segundos, literalmente flotando en nuestras cabezas. Ahí se acumula la magia, enlazando con Something Good, otra canción clave para entender esa mezcla de estilos tan heterogénea y tan armoniosa a la vez.
Thom a la batería es el auténtico alma, con secuencias complicadas y una forma de tocar muy especial, con múltiples instrumentos más allá de la batería. Son un trío de lujo, cada uno un lado de un triángulo perfecto como su nombre.
Fue una secuencia de tramos de auténtica belleza, de esa que emociona, envasada en notas y luces. Uno de los momentos cumbre fue Hunger of the Pine, generando esa tensión y clima que bien merece la canción, con la voz de Miley Cyrus al fondo. Estamos hablando de un concierto de 19 canciones, que porque fue corto en tiempo, fue generoso en cantidad.
La banda estuvo agradable, si algo nos gusta de Alt-J es su sencillez: tres jóvenes, amigos desde hace años, que comparten una pasión y un criterio común y son buenísimos en lo que hacen. No son estrellas y posiblemente, si nos los cruzamos por la calle, nos costaría distinguirlos de cualquier otro joven pero siempre han tenido ese punto de sencillez que nos agrada.
Uno de los momentos más colaborativo y emocionante viene de la mano de Matilda, es una de esas canciones que se presta al coro colectivo, a una ligera ruptura entre el éxtasis que provoca estar ahí y la cruda realidad. Nos relajamos y nos venimos un poco arriba aunque en breves retomamos la concentración en lo que sucede arriba, aunque la aclamada Dissolve me no ayuda y nos invita al contoneo que junto a Left Hand Free nos regala un instante frenético.
Llegan los bises con tres canciones, entre ellas, 3ww y la conocida Breezeblocks, para cerrar una noche increíble, enigmática, donde han podido demostrar que no son un fenómeno pasajero como muchos piensan.
Por mi parte, dudo que lleguen a ser unos llena estadios, pero en realidad, es que no quiero que pase. Quiero que Alt-J sea ese secreto a voces que entre unos pocos custodiamos con tacto. Les deseo un crecimiento lento pero fructífero como hasta ahora.
La noche de ayer fue increíble, a mi humilde parecer. Me hubiera encantado un concierto de 3 horas, pero no olvidemos que no es mejor quién toca más, sino quién mejor recuerdo te deja. El de anoche es imborrable.