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A Perfect Circle se reivindican en la primera jornada del Download

Antes de que el rock verdaderamente relevante e inspirado se deslizara hacia los territorios del underground o la más absoluta marginalidad, escenario al que varias de las bandas más interesantes de los últimos años se ven abocadas a tratar de sobrevivir, era posible encender la televisión o sintonizar una emisora de radio deliberadamente comercial y escuchar algunas de las canciones más deslumbrantes  de la historia del género, canciones capacitadas para marcar la vida de varias generaciones, canciones donde la genialidad, el éxito y la accesibilidad mejor entendida armonizaban con admirable facilidad y naturalidad. Se podía ser genial y popular, podías tener talento y éxito. Y entre tanta oferta de festivales veraniegos, apetecía un cartel con personalidad, marcado discurso guitarrero y donde poder disfrutar de algunas de las bandas del estilo con mayor fulgor de las últimas décadas. El Download, que en 2018 celebra su segunda edición en Madrid, ha sido probablemente quien mejor ha complacido estos deseos, con una nómina de nombres verdaderamente impactante, tan rendida a iconos del pasado como a formaciones que están marcando la actualidad del género.

Backyard Babies, bajo un sol abrasador, protagonizaron uno de los conciertos más relevantes del tramo inicial del jueves. La formación sueca, que hace veinte años grabó Total 13, uno de los álbumes más incendiarios de aquella bendita generación de bandas escandinavas que alegraron no pocas vidas a finales de los 90’s, arrancó con Made Me Madman, el cañonazo que iniciaba aquel disco. La buena planta y conservación del cantante, Nick Borg, unido al inagotable carisma de Dregen, el frenético guitarrista, presagiaban algo grande, pero por desgracia los suecos pasaron de puntillas por su indiscutible obra maestra y centraron su repertorio en los discos siguientes, resultones por momentos pero notablemente más flácidos e inofensivos Hubo pogos, el público disfrutó y el nivel general fue más que decente pero la impresión de banda a medio gas y alejada de su momento de plenitud, de pólvora mojada, de oportunidad de reivindicación perdida, fue evidente. Kreator, a continuación, asomaron a escena y dio, sin desearlo, una lección a Dregen y compañía. La formación alemana, que desde los primeros 80’s enarbolan la bandera del thrash metal, confirmó que no es imposible envejecer y mantener a la vez la integridad, el nivel y la tensión compositiva y escénica.  Prueba irrefutable de lo dicho es el protagonismo indisimulado en el setlist de sus dos últimos discos, Phantom Antichrist y Gods Of Violence, y que en nada desmerecen a sus clásicos. Esta resistencia a vivir de las rentas y su nervio sobre el escenario colmaron de sobra a sus fans, que se retiraron de allí con orgullo tras la potente descarga.

Más incómodos, definitivamente, debieron de sentirse los incondicionales de Marylin Manson con el espectáculo que actualmente este presunto enviado de las tinieblas ofrece con un micrófono. Asistiendo a sus actuales shows, cuesta reconocer en él a aquel imprevisible y enloquecido frontman que irrumpiera a mediados de los 90’s desbordando peligro, frescura y azotando todo lo que encontraba a su paso. Conviene, aun así, ser justos y admitir que su privilegiada garganta se mantiene en plena forma, y es complicado no venirse arriba oyéndole vociferar Angel With Scabbed Wings, Irresponsible Hate Anthem, tema con el que abrió, la versión de Eurythmics Sweet Dream o The Beautiful People. No es que sea poco consuelo, pero no hay mucho más que rescatar. Ni la banda actual se acerca retomante a la que tuvo en su lejano y emblemático Antichrist Superstar ni su estampa o actitud pueden rivalizar con las de hace dos décadas. Verle pasear su sobrepeso con semejante indolencia o con permanentes rebozamientos por el suelo tan indescifrables como antiestéticos no ayudan, aunque en su favor cabe decir que él parece plenamente consciente de la autoparodia, y tampoco descartemos que goce con el sabotaje, o que incluso todo obedezca a un maquiavélico plan destinado a vengarse de su fan medio, quizá a su juicio otro representante más a día de hoy de la beautiful people, sin más ni menos diferencia que cualquier otro de aquella adocenada masa gris que él trató de caricaturizar en su canción más célebre.

Una de las siguiente propuestas interesantes del día corrió a cargo de Myrkur, igualmente tétrica pero más introspectiva. Este proyecto de la danesa Amalie Bruun ofreció una de las estampas escénicas más singulares de la jonrada, con ella envuelta en un impoluto vestido blanco, maquillada muy en la línea de Pris, inolvidable personaje de Blade Runner, y con unas flores engalanando el pie de micro. Musicalmente bascularon entre el blackgaze y cierto aire de folk nórdico, especialmente por sus fraseos vocales, y el sonido fue muy cristalino. Quizá algo dispersos y difíciles de asimilar de primeras, pero fue otro concierto a destacar y reivindicar.

Otros momentos destacables los brindó el punk-rock californiano de Pennywise, banda que demostró no mantener nada mal la pegada que exhibió en los primeros 90’s durante su pico de popularidad. Rise Against, en una onda similar, sonaron muy intensos y emocionales, y dejaron algunas de las interpretaciones más impecables de este primer día de festival. Avenged Sevenfold, por su parte, con sus diversas influencias milimétricamente asimiladas y gestionadas, volvieron a demostrar lo resultón y efectivo de su repertorio de metal. Pero, con sinceridad, todo supo a poco cuando Maynard James Keenan se subió a la perturbadora plataforma que corona el escenario de A Perfect Circle. Este proyecto paralelo que inició en 2000 es igual de sinuoso que Tool, la banda de su vida, además de igualmente recomendable, pero no resulta descabellado afirmar que le explota bastante mejor como cantante.

Eat The Elephant, flamante disco que presenta, y uno de los más esmerados y sólidos de lo que llevamos de año, lo evidencia especialmente; resulta dificíl cantar con más magnetismo. Y con una banda muy certera acompañándole, en mitad de la penumbra, no tuvo excesivas dificultades para adueñarse por completo de la jornada. Clásicos de su repertorio como The Hollow o The Outsider se fusionaron a la perfección con temas nuevos que no desmerecen en absoluto a los citados, como The Doomed, con un aire muy Tool dicho sea de paso, o So Long And Thanks For The Fish. A ensalzar como cima de la actuación Disillusioned, con su atmósfera envolvente y tempo hipnótico. Extraordinaria. Y cuesta asumir que el concierto hubiera podido ser mucho más imponente si Maynard y los suyos no se hubieran visto obligados a recortar el setlist por unos inexplicables problemas técnicos que provocaron un prolongado parón tras la primera canción. Con todo, los triunfadores absolutos del jueves. Carpenter Brut, por último, con su desbocado synth wave, sus adictivas composiciones instrumentales a medio camino entre el rock y la electrónica y sus proyecciones visuales tan emborrachadas de clichés ochenteros no se quedaron lejos, su concierto fue tremendamente disfrutable, pero la plataforma, en soledad, era propiedad de Keenan.

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