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Experiencia única con Faust.

Sala: Music Hall, Barcelona
Fecha: 18 de septiembre de 2013.
Fotos: Jordi Teixidó.

No, no es kraut rock. Para nada.
Si algún grupo no se merece que los etiqueten, este es Faust: Son algo más que una banda de rock, algo más que una formación musical, y algo más complejos y versátiles para encajarse a los cánones de un estilo.
Así que dejemos las etiquetas para los influenciados por ellos o por quién las necesite.

Faust, son simplemente Faust: Una banda hija del 1970 y de Alemania. La huella de estos datos son los que marcan el origen de su manera de entender la expresión artística. Porque lo que se vio el miércoles pasado en la barcelonesa Music Hall no se puede tildar de concierto musical, fue algo más rico. Lo que nos dieron durante una hora fue un shock, una catarsis emocional y una comunión entre público y banda que en la actualidad brilla por su ausencia.

Un sonriente Jean-Hervé Péron, ejerció de maestro de ceremonias dándonos la bienvenida a la velada, discurso que se vio distorsionado por un delay interminable en los altavoces que ya descolocó al escaso público que estábamos allí. Fue el punto de partida de una sucesión de bases rítmicas demoledoras, teclados atmosféricos, riffs pesados y una hipnótica Geraldine Swayne con los teclados y las voces. Imposible no meterse dentro de esta bacanal de cambios de ritmo, canciones que empiezan con una base industrial para romperse de golpe con tranquilidad acústica. Fuera convencionalismos.

Pero fue cuando el concierto llegó a poco más de la mitad cuando se desató la locura: Un percutor rozando metal, una sierra mecánica luchando contra un bidón,  una columna de humo que inundó la sala más de lo esperable, y la subida de dos chicos del público al escenario para que les pintasen su pecho y espalda con pintura roja. Y mientras, para dar un tono más ceremonial, el enorme (De tamaño y de ejecución) batería Werner Diermaier aporreando unos bidones.

A partir de este momento ya no hay marcha atrás. Si eras de los que podían aguantar el humo que se había acumulado en la sala, ya podías entender que son Faust. Una formación que entiende el arte de la ruptura y lo canaliza con la música: Canciones que no siguen la estructura habitual, spoken words, discusiones ficticias entre componentes…todo como medio para expresar su manera de entender el mundo, y darnos a conocer su propio universo personal.

Bandas como estas no hay dos. Han pasado 40 años de su debut y siguen actuales; sus ganas de epatar al personal los hacen incluso necesarios. Ver a Faust es ver un pedazo de historia musical e incluso social, y como decía al principio, su creación como banda es un acto de repulsa, un rebote contra la sociedad de su tiempo pero sin olvidar la belleza, el positivismo y la poesía.
Esperemos que aguanten más años. Son un ejemplo a seguir y hay que reivindicar esta actitud ante el adormecimiento general de la escena musical actual, más interesada en darnos iconos adolescentes que nos venden sexo como si éste tuviera que ser un tabú, o X factors de usar y tirar.

Lo de Faust es permanente.

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