InicioCine – ArchivoLA PIEL QUE HABITO (Pedro Almodóvar, 2011)

LA PIEL QUE HABITO (Pedro Almodóvar, 2011)

ATENCIÓN: Posibles spoilers

«He tenido que ser menos Almodóvar que nunca»,  decía el director manchego en una entrevista. Y pese a ello, el jugar a Frankenstein en La Piel que Habito es, sin duda alguna, fruto de Almodóvar. Inevitable le ha sido dejar atrás sus característicos gags, esos que nos remiten inmediatamente a la tinta narrativa de Pedro Almodóvar y que nos llevan a la desazón en algunos momentos.

La elección de la novela a adaptar (La Tarántula, 1984. Thierry Jonquet), que sin duda sería un caramelo cinematográfico para David Lynch o el incontrovertible Cronenberg, es sin duda un acierto, aun cuando la historia en sí sea obra de Thierry Jonquet y por tanto éste sea el meritorio de la creatividad argumental. Al menos en su base.

Almodóvar vuelve a trabajar con un renovado y casi impecable Antonio Banderas en su papel de Robert Ledgard, un científico cuyos traumas marcados por la pérdida de su mujer y su hija le encaminan a una venganza no sólo horrible, en todo su concepto, sino original  en su planteamiento. Aquí entra en juego Vicente (Jan Cornet), cuyo acercamiento con las drogas hace que se cruce con un destino no esperado, chocando con la venganza de Robert y formando parte del juego creativo de éste. Castigo, Obsesión, Belleza y Originalidad rodean el resultado de mencionado destino, y ese resultado se llama Vera (Elena Anaya).

Con este film perdemos la identidad en nuestra propia piel. Ejercemos los roles delcreador y lo creado. Admiramos la obra a través de una pantalla tal y como su propio creador hace. Ineludible no retrotraerse a una obra maestra usada como referencia por innumerables cineastas: «… la idea de un hombre dando forma a una mujer que ha amado remite directamente a Vértigo, que es la madre de tantas películas«, afirma Almodóvar. Pero no sólo es este punto el que habría que determinar, mas bien podría mencionarse la necrofilia (implícita en la obra de Hitchcock) en este último film de Almodóvar. La irrupción carnavalesca del ‘tigre’  que acaba violando a Vera (¿o deberíamos decir Vicente?) o el deseo del creador, Robert, por acceder a su apetito carnal con Vera (¿o deberíamos decir… Vicente?) imagen y semejanza de la que fue su mujer (fallecida tiempo atrás).

Subrayemos la técnica escénica dejando a un lado los planos vacíos o los movimientos non-sense de Los Abrazos Rotos. Los colores siguen siendo un punto focal de cada film de Almodóvar junto con el protagonismo femenino. Y mostramos un aplauso narrativo a una impecable fotografía de la mano de José Luis Alcaine que nos deja admirar una tersa piel a la perfección iluminada de una Elena Anaya tanto de forma diurna, encerrada en un cuarto o a través de un plasma, como nocturna, a la ladera de una cama; y planos que podían pasar desapercibidos por su aparente irrelevancia pero cuya fotografía impacta, como Concha Buika cantando en el escenario.

La música, obra de Alberto Iglesias, te atrapa de forma imperativa en ciertos momentos del film, y por contra te saca de él en otros (haciendo hincapié en el inicio de la película).

Las sucesivas acrobacias temporales pueden ser de discusión a la hora de contar la historia. Rótulos como ‘vuelta al presente’ pueden ser prescindibles. La poca credibilidad de personajes tan secundarios como la presentadora de un telediario resulta opinable.

Pero resulta incuestionable que los amantes del cine no vayan a ver esta obra fílmica, que resulta, cuanto menos, interesante.

PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 7/10

 

spot_img