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Estrenos… Whiplash de Damien Chazelle

Puede que las personas que nunca se hayan reventado ampollas y criado callos en las manos a base de tocar un instrumento o hayan sido testigos de cómo un ser cercano lo ha hecho –idea que podemos extrapolar metafóricamente a cualquier ámbito-, menosprecien esta película. A todos los demás, a todas las personas capaces de empatizar con esos seres extraordinarios que se dejan la piel por alcanzar sus sueños, les parecerá como mínimo inspiradora y, si se dejan llevar, posiblemente vibren del gozo.
Whiplash está medida, escrita y filmada con mucha verdad. Su joven director expone sus sentimientos y parte de sus vivencias ante el público a través de sus personajes. Es una historia muy personal. A Damien Chazelle le gusta el jazz, le apasiona, para ser más exactos. Le habría gustado vivir de la música, ¿por qué no? Pero no pudo ser… Lo que nos ha mostrado antes de WhiplashGuy and Madeline on a Park Benchtenía que ver con el jazz… y lo que nos va a mostrar después de WhiplashLa La Land– también, aunque la puesta en escena vaya a ser más ostentosa, tiene que ver con el jazz. Chazelle ha vivido y sufrido el jazz. Lo domina. Sí, evidentemente domina el tema, solo así se puede uno explicar la ferocidad de esta película, el ímpetu, el ritmo y la sangre.
Dicho esto, al margen de la fotografía y del montaje –tremendamente complicado cuando se trata de estar en sintonía con una partitura-, creo que se pueden hacer varias lecturas de Whiplash. La primera tiene un sentido terapéutico, el del propio director. Es una forma de cerrar las heridas de la frustración y convertir en un sueño sus pesadillas. Para llevar a buen puerto su proyecto curativo ha contado con el que quizá esté llamado a convertirse en su alter ego, Milles Teller. Grata… ¡qué digo grata! Maravillosa sorpresa a la batería y, como no, al acting. Pero quien ha conseguido una nominación al Oscar bien merecida no ha sido él sino la encarnación de su pesadilla: J.K. Simmons. Este actor lleva de lujo el tema de la bipolaridad –o cinismo, según se mire-, y tiene bien interiorizado el rol de ‘tirano’. Pero que no se me confunda nadie: la cosa no va de héroes y villanos, tan solo de individuos inconformistas que quieren alcanzar más y más sin pensar en los daños colaterales, que los hay, y algunos muy duros. Sin embargo Chazelle no se pierde en el sentimentalismo, lo esboza a modo informativo, sin más. Va al grano, se centra en un instinto que pocos tienen: el de superación. Lo que mueve a estos personajes no es maldad sino la ambición.
WHIPLASH
 
Teniendo esto claro podemos hacer otra lectura: la del retrato de egos que se miden en sus virtudes y también en sus pecados. Sí, los dos personajes principales de Whiplash comparten una virtud: la del sacrificio, y también un pecado: el de la soberbia. Pero atención, esta lectura puede llevar a error. Quizá alguno pueda llegar a la conclusión de que solo los guardianes de esta virtud y este pecado conseguirán tocar el cielo. Digo errónea porque para muchos no es necesario el sacrificio para llegar alto, les sobra y les basta con la soberbia. Y por suerte, para que los escépticos como yo puedan reconciliarse con la humanidad, hay algunos casos aislados en los que no hace falta la soberbia, tan solo con esfuerzo llegan a la altura que se merecen.
PUNTUACIÓN CRAZYMINDS:9/10
 

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