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Estrenos… Todos están muertos

Para entrar por la puerta grande en el mundo del largometraje Beatriz Sanchís nos invita a conocer a una estrella del rock de los 80, que en los 90 vive en decadencia artística y emocional por culpa de los ‘monstruos’ del pasado. De paso nos invita también a normalizar la muerte como parte de la vida. Con estos ingredientes, el de Todos están muertos se antoja un guión a priori simple que se complica, innecesariamente, como consecuencia quizá de las propias inseguridades de su autora a la hora de componer una película de más de 60 minutos de duración. Digamos que Beatriz Sanchís tenía clarísimo cuál era principio, el nudo y el desenlace, en su cabeza la estructura estaba bien organizada, pero no ha sabido cómo transitar entre estos estadios de una forma natural.
En su historia se plantea un problema: una persona que ha de curarse de su agorafobia para coger las riendas de su vida y asumir las responsabilidades que le son propias. La solución: traer del más allá, el Día de los Muertos, a quien ha generado ese problema –eso sí, sin montar ningún escandaloso ritual-, para devolverla a la realidad (paradójico). ¿Cómo? Forzando la situación. En todos los sentidos. Tanto ha de forzar la situación, que la llegada del salvador queda también forzada de cara al espectador. ¿Qué uno tiene la necesidad de ver fantasmas? Nada de hacer la Ouija, las drogas son el camino…
Aunque he de decir que las sendas ‘forzadas’ que elige Sanchís para llegar hasta ciertas situaciones, desembocan en no pocas ocasiones en escenas cargadas de humor y una sutil ironía que dan mucho color a una película tan ‘aparentemente’ gris. Un color que también aportan los breves pero intensos momentos musicales. Es curioso observar los movimientos de un pseudo Kurt Cobain apasionado de la Movida Madrileña.
Tiene a su favor algo más, algo que seguramente hará que el público perdone y olvide todo lo dicho y que incluso le impida percibir ciertos anacronismos que a mí personalmente me sacaron de la historia: lo que tiene a su favor son unos personajes bien construidos. Da igual de dónde vengan o a dónde vayan, y cómo lo hagan… cada uno de ellos tiene un mundo interior que resulta mágico, intrigante y tierno. Ese ha sido el gran acierto de la película de Beatriz Sanchís, contar con interpretaciones contenidas, enigmáticas y contundentes. La cámara profundiza en las miradas haciendo terrenal y cercano lo que pertenece al ámbito espiritual. La fragilidad se convierte en un fuerte.
Elena Anaya ha dicho en más de una ocasión que este ha sido, probablemente, el personaje más especial que ha interpretado, y, probablemente, tenga razón. Por algo se ha llevado la biznaga –ex aequo a Natalia Tena– a la Mejor Actriz en la pasada edición del Festival de Málaga y por algo la ópera prima de Beatriz Sanchís obtuvo tres premios más… Dicho esto, sólo espero que nadie intente probar los métodos que expone esta directora para contactar con el más allá, no queremos que el viaje sea directo y sin billete de vuelta por sobredosis.
PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 7,5/10

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