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Estrenos… 'Justi&Cia' ópera prima de Ignacio Estaregui

A Ignacio Estaregui no le ha costado demasiado encontrar inspiración para hacer su primer largometraje, no le ha hecho falta más que leer los periódicos, ver los telediarios, hincharse de furia y escribir. Sí, algo que podríamos hacer todos… Pero quien se ha puesto a ello y ha sacado un guión que emana directamente de la indignación colectiva y la ironía de Groucho Marx, ha sido él. Su situación personal también le empujó en cierto modo a hacerlo: le echaron de la productora en la que trabajaba, se quedó en la calle y lo que se planteó, en lugar de tirar la toalla, fue invertir su paro y todo lo que tenía en hacer justicia… digo Justi&Cía. Digamos que pensó: “ahora o nunca”. No está en manos de un humilde cineasta hacer o sugerir lo que deberían de hacer nuestras instituciones, pero sí tiene al menos el poder de remover conciencias, de hacer una denuncia poética, algo que llegue de una forma directa a quién lo vea. Estaregui ha utilizado bien su poder.
Su película puede pecar para muchos de demagoga y populista, de fácil… a la gente le gusta escuchar lo que piensa para reafirmarse en sus convicciones, y es cierto que el contenido y continente del film entra bien por el oído y por la vista, como la propaganda barata. Para el que crea y confíe en el buen hacer de la Justicia española calificará con estos adjetivos esta película. Para el resto será una bonita forma de resarcirse desde una butaca. Entretenida sobre todo.
El guión que defiende Estaregui en realidad es sencillo, no tiene misterio y tampoco será ninguna sorpresa para el espectador lo que durante la trama acontece, pues bien saben los ciudadanos que la realidad supera a la ficción y lo que aquí parece sacado de la más imaginativa imaginación no es más que un cúmulo de titulares reales. El de aquel al que le tocó la lotería cinco veces. El del otro que se gastó una millonada en puros. El del que se gastó el dinero del contribuyente en prostitutas. Y suma y sigue. Los personajes que Estaregui muestra como ficticios tienen nombre y apellidos inscritos en el Registro Civil.
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El argumento se desvela en la sinopsis: un hombre que harto del sistema, que se siente no sólo indignado, sino dolido emocionalmente, un minero de León, único superviviente de un ‘accidente laboral’, decide emprender un viaje de norte a sur del país para castigar a los corruptos. Por el camino se encuentra con su Sancho Panza ideal. Hovik Keuchkerian y Álex Angulo forman esta extraña pareja. Esta es la última interpretación de Angulo, y una vez más derrocha en ella ternura y amor, amor por su profesión. No se puede decir de Angulo nada que no se haya dicho ya… Interpreta a Ramón, un personaje transparente que deja ver el alma del propio actor, una forma especial de recordarlo no sólo por su profesión, sino por su personalidad entrañable. Algo parecido pasa con Justino, el personaje de Keuchkerian. También es transparente. Este actor, -que estuvo nominado el año pasado al Goya por su interpretación en Alacrán enamorado, y bien podría estarlo también éste-, es espontáneo, como lo es Justino… Hovik Keuchkerian no se muerde la lengua al hablar, no es políticamente correcto, dice lo que piensa. Le admiro por eso. Precisamante por la verdad que hay en estos dos actores y en sus interpretaciones se sostiene esta historia predecible, correcta, empática, pero predecible.
Que sea predecible no quiere decir que sea mediocre, no se me confundan, simplemente no puede estar en la categoría de obra maestra. En cualquier caso no se puede obviar que Ignacio Estaregui ha sido valiente, se ha desfogado y seguramente consiga que otros tantos se desfoguen con su película antes de tomar armas. Su historia va dirigida a un público muy concreto, que no minoritario: hidalgos pobres, con fantasía de oro y realidad de cobre.
PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 7/10

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