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Estrenos… 'Caminando entre tumbas' de Scott Frank

Liam Neeson tiene una mirada muy triste. Es una mirada que dice mucho y que esconde mucho. Sin embargo parece que pocos directores han querido aprovecharla… o quizá a él no le ha interesado. Él solito, sin ayuda de nadie más, podría dar sentido a una trama insípida, pero parece ser que no le apetece. Se conforma con trabajar sin sentir y servir sin reproches a una industria que da prioridad a las grandes producciones, thrillers de acción con buenas dosis de violencia gratuita o tragicomedias absurdas, los crea como churros. Parece un alma en pena vagando por múltiples películas siempre con esa misma mirada. Sean del género que sean –véase la última comedia de Seth MacFarlane Mil maneras de morder el polvo, película que me entretuvo enormemente, pero que mantiene a Neeson en su encasillado rol-. Visto así el papel que interpreta en Caminando entre tumbas le viene al pelo, no ha tenido que esforzarse demasiado porque el aura que desprende este actor es el mismo que desprende el personaje de las novelas de Lawrence Block: Matt Scudder. Así que Scott Frank ha hecho lo que ya tienen por costumbre hacer los cineastas con el bueno de Neeson: le ha puesto una pistola en la mano y le ha obligado a disparar frunciendo el ceño, sin estar muy seguro de dónde dirige las balas.
Así empieza el segundo largometraje de Frank. Fuerte. Le siguen unas imágenes que prometen, las de una violación rodada con planos muy cortos, con mucha luz y mucha intriga. Se acaban los créditos de inicio y conocemos a un ex policía derrotado y desintoxicado, el mismo que al principio y de servicio había disparado atinando y sin atinar. Ahora se dedica a ser detective privado y sus clientes están al margen de la ley. Interesante. El personaje de Neeson tiene por meta descubrir a unos asesinos un tanto gores y el clima que crea el director para acompañarle en esta turbia tarea es bueno, la atmósfera es inmejorable.
Incrédula de mí y ante esta puesta en escena nada ostentosa pero inquietante, pensé que esta vez se iba a obrar el milagro, que una película que a priori no tiene nada nuevo que aportar -por la fama que precede al género y tal-, me iba a aportar algo. Pensé también que si este envoltorio resultaba ser un engaño, esta vez sí, Liam Neeson iba a sostener él solito la película… pero hay tantas distracciones en el guión que el ‘no esfuerzo’ de Neeson por mantener la mirada triste y parecer que dice mucho y esconde mucho se queda en un segundo plano.
A Walk Among The Tombstones
 
La distracción es consecuencia directa de la adaptación del guión, de lo que está escrito, de lo que forma parte de la trama, eso es algo que puede tirar por tierra todo por muy buena que sea la fotografía y la interpretación. Por poner un ejemplo: chirría la presencia de un niño, no por ser un niño, sino por utilizarlo como recurso para desinflar la tensión cuando esa tensión no ha llegado a su punto álgido o si ha llegado ha sido demasiado predecible. Es como un coitus interruptus o una eyaculación precoz. Otro ejemplo: la mezcla de Dios con el alcohol. No es un cóctel demasiado apetitoso para mi gusto. El alcoholismo es algo que planea durante toda la historia en la mente arrepentida de Matt Scudder como si fuera a ser algo fundamental para el desenlace, sin embargo al final ese elemento aparentemente trascendental resulta ser algo que no afecta a la historia en absoluto y queda impuesto o excusado como un simple sermón que tiene poco de moral y mucho de religioso. Entiendo que no entendáis mis palabras, yo tampoco entiendo qué pinta Dios en Alcohólicos Anónimos. Tampoco entiendo que se le utilice de escudo para marcar un final que puede ser fruto, y de hecho lo es, de algo más visceral, o de la empatía, de la empatía que te lleva a tener sed de venganza.
PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 6/10

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