Que Big Eyes se estrene en Navidad es algo especial para mí, y posiblemente para muchas personas de mi generación. Hace exactamente 19 años, un 25 de diciembre, mi hermano me regaló mi primera película de Tim Burton en VHS. Si hacéis un pequeño cálculo adivinaréis el título. No me habían permitido ir al cine a verla –y eso que según la calificación por edad podía ir perfectamente-, pero yo estaba empeñada en tenerla entre mis manos. Cuando vi aquel cuento macabro por primera vez nació en mí un sentimiento extraño hacia este director, un sentimiento que me acompañaría desde entonces hasta ahora, algo un tanto morboso. Pánico y admiración, repulsión y atracción. Mi madre me decía que sus películas no son para niños, sin embargo a día de hoy todas ellas, sin excepción alguna, las que me acompañaron de pequeña y las posteriores, me transportan a mi infancia. Tim Burton ha sido el responsable de gran parte de mis pesadillas, pero ver su cine me reconforta. Sí, soy masoca.
La película que ahora nos presenta se aleja de su línea estética–mantiene en cierto modo la tonalidad de Eduardo Manostijeras y poco más-, Big Eyes es más modesta en todos los sentidos, pero de lo que no se aleja desde luego es de su universo freak. El arte de Margaret Keane tiene el mismo punto naif y turbio que tienen la mayoría de los personajes de Burton. Pero si queremos buscar una referencia más acorde con el cineasta Big Eyes se puede extraer del resto de su filmografía para hacer compañía a Ed Wood. Para comenzar la comparación entre ambas películas lo primero que hay que hacer es dejar a Tim Burton a un lado y ceder el protagonismo a los guionistas. Scott Alexander y Larry Karaszewski escriben la biopic de Margaret Keane y escribieron también la biopic de Ed Wood. Dicen que estos dos hombres tienen un sexto sentido para encontrar y recoger biografías singulares; ejemplos son, además de las mencionadas, la de Larry Flynt (El escándalo de Larry Flynt) y la de Andy Kaufman (The man on the Moon). Así que olvidémonos de encontrar expresionismo gótico en Big Eyes y centrémonos en los personajes, esa es la idea que hay que meterse en la cabeza para disfrutar del film, de lo contrario más de uno se llevará una decepción y ni la película, ni Margaret Keane lo merecen.
Alexander y Karaszewski se alejan del drama de lo dramático y resaltan el carisma del descarado para construir personajes entrañablemente capullos. Obviamente ayuda una buena interpretación, como es el caso. A Christoph Waltz le queda como un guante el papel de Walter Keane: una mezcla entre Jack Nicholson en El Resplandor y Jim Carrey en Mentiroso compulsivo. Él derrocha la energía que Amy Adams tiene que contener para meterse en la piel de la auténtica artista, así que aunque ella sea la protagonista de esta extraña historia y también borde su papel, es inevitable fijarse especialmente en Waltz, entre otras cosas porque es él y no ella quien nos recuerda a Ed Wood. “Ed Wood quería hacer Star Wars y Walter Keane La Mona Lisa”, ha dicho Tim Burton para justificar la similitud entre ambos personajes. No se me ocurre mejor forma de explicarlo. A ambos les faltaba talento pero les sobraban ganas, por eso cada uno a su manera consiguió que su nombre fuera conocido e incluso reconocido.
Así, desde su admiración hacia los fracasados incombustibles, Tim Burton ha hecho también propia esta historia dejando a un lado su parafernalia –maravillosa parafernalia en su caso-, pero regalando al mundo una historia que merece ser contada. Es su particular homenaje a una mujer tímida, guardiana de un mundo interior mayúsculo, anulado por un hombre excesiva e inquietantemente simpático.
PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 7,5/10