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Estrenos… Ayer No Termina Nunca: Isabel Coixet pregunta, Isabel Coixet responde

Cuando una persona decide guionizar y dirigir sus pensamientos en una película para intentar remover conciencias, lo más eficaz es la sutileza… Sobre todo para que el espectador sea capaz de ver simplemente los pensamientos y no a la persona exponiendo esos pensamientos. No es el caso de Ayer no termina nunca.
 
Isabel Coixet nos muestra en su última película una larga conversación entre dos almas en pena, dos personajes hermosamente patéticos. Candela Peña y Javier Cámara dan vida a estas dos almas, que se reencuentran en un triste futuro, no muy lejano, después de cinco años sin verse. Eran pareja y tenían un hijo en común. El niño murió. Tras este palo de la vida ella se quedó en España. Él se marchó a Alemania. Cada uno sintió el duelo de una forma radicalmente distinta. El argumento promete y el trabajo de ambos actores es impecable… Y habría calado muy dentro de mí si no fuera por el egocentrismo que desprende.
 
Me refiero al egocentrismo de Isabel Coixet, tan admirado por unos y tan repudiado por otros. Candela Peña se convierte desde el principio en la marioneta de la directora. Voy más allá… Candela Peña parece estar totalmente poseída por Isabel Coixet y consecuentemente, Javier Cámara por su álter ego. No creo que intuir a Isabel Coixet despotricando en la gran pantalla fuera lo que la directora pretendía, pero esa es la sensación que, al menos yo, me llevé. Coixet deja patente una vez más que ‘se gusta demasiado’, y ese gusto -regusto- por ella misma hace que lo que dice, temas sobre los que todos hemos reflexionado en mayor o menos medida, se convierta en algo frívolo.
 
La película comienza con un paisaje desolador sobre España: el Banco Central Europeo rechaza un tercer rescate, los disturbios se repiten en los ‘puntos calientes de la crisis’, la pobreza es más que patente en la calle… La denuncia es clara y es dura, pero está metida con calzador, chirría… está mal presentada… Hay que soportar toda una retahíla de titulares hasta llegar al meollo de la cuestión: el encuentro de la pareja, en un lugar inhóspito, en el cual van a desnudar sus almas por completo.
 
Ésto es lo interesante, y el resto de morcillas, simplemente sobran. La relación de los personajes es tan potente que toda la ‘crítica social’ que incluye sobre la crisis se la podría haber reservado para hacer otra película (material hay suficiente), o simplemente, haberla introducido de otra forma. En definitiva, entre tanto diálogo, hay temas que no encajan…
 
Es precisamente éste, el diálogo, el punto fuerte de Ayer no termina nunca. Incluye algo que resulta interesante. Es algo propio del trabajo actoral durante la creación del personaje: el monólogo interior. Lo que dicen lo vemos en color, lo que piensan en blanco y negro, sobre un paisaje pedregoso. Cada palabra está medida, pero en ocasiones se hace difícil seguir el diálogo, quizá porque es complejo para presentar en un soporte audiovisual, y quizá también porque expone un texto que impone opiniones, que no deja lugar a la introspección. Isabel Coixet pregunta, Isabel Coixet responde. Una posible incomodidad para el espectador reflexivo que es, al fin y al cabo, el que se va a sentir atraído por este film.
 
Pero hay otro problema que me resulta más grave… He intentado descubrirlo, me he devanado los sesos pretendiendo aislar ese otro problema para poder criticarlo, pero me cuesta. Creo que tiene que ver con la estética. Siempre aplaudo a los directores que intentan llamar la atención con la imagen, con planos naturales, cuidadosamente compuestos, listos para hacer la fotografía perfecta, cargados de simbología, de metáforas… Ayer no termina nunca está repleto de estos elementos, sin embargo hay algo que rompe esta magia visual, propia del cine indie.
 
Ahí está la respuesta. Son imágenes propias del cine independiente, del cine de poco presupuesto, del cine, me atrevería a decir, de directores noveles que beben de lo que les acaban de enseñar en ‘la escuela de cine’. Siempre resulta excitante filmar los sueños de Güido en blanco y negro cuando eres principiante. Ahí está el problema: Isabel Coixet ni tiene poco presupuesto ni es una directora novel y sin embargo parece haber forzado esta sucesión de imágenes que, por separado tienen una belleza inmensa, pero que juntas, una detrás de otra, obligadas a gustar al espectador, carecen de valor.
 PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 6/10
 
 

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