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Estrenos… Arrugas (Ignacio Ferreras, 2012)

ARRUGAS
Empecemos con una advertencia: reconozco que la valoración de esta película está contaminada por la comparación con la novela gráfica homónima que adapta, rotunda ganadora del Premio Nacional del Cómic del 2008 y que impactó con fuerza a quien esto escribe.

Quizá, para no ser injusto, tendría que reseñar por separado la historia y su plasmación en soporte cinematográfico. Ojalá fuese tan fácil, pero este último aspecto, por desgracia, lastra en parte el desarrollo de la primera. Puede que le esté exigiendo a una cinta de animación una dinámica y una semiótica exclusiva del cine con personajes reales. Lo entendería si la animación fuese más figurativa que realista. Pero si los planos, la estructura y el guión siguen los esquemas clásicos del cine, si el aspecto apunta a cierto realismo, lo siento, pero los fondos fijos y los personajes moviéndose en ellos con obvios problemas de perspectiva y de desplazamiento son un claro incumplimiento del contrato con el espectador. Este problema, tan característico de la animación nacional, cuanto menos a nivel televisivo, provoca en unas cuantas escenas, sobre todo las que se desarrollan en planos generales y que requieren movimiento, una sensación de irrealidad molesta (una cancelación del pacto de suspensión de la incredulidad, que se diría en el entorno de la narrativa fantástica; al fin y al cabo, se trata de aceptar un mundo diferente del nuestro como representación), en cuanto las adolecen de descompensación y falta de fluidez. No se trata de un problema que dé al traste con la historia, ni mucho menos, pues con estas urdimbres (la obra de Roca) es imposible malograr la narración, pero sí a su correcto desarrollo, que dista de ser todo lo satisfactorio que podría haber llegado a ser.

Otro motivo de insatisfacción, en cuanto el dibujo de Paco Roca consiste en un trazo limpio y una calidez y armonía que enfatiza la empatía con los personajes. Un recurso nada desdeñable para una historia con la que el autor valenciano ilustró, a base de pequeñas sucesos (que son el auténtico vehículo para contar Grandes Historias) en el geriátrico donde recala Emilio, un tema tan elusivo (y difícil de tratar en esta sociedad donde prima el culto a la juventud y al carpe diem) como es la vejez. Y, dentro de esta temática, la enfermedad tabú, y una de las más tristes, que muy pocos se atreven a enfrentar y que afecta por igual, si no más, al entorno y al propio enfermo: el Alzhéimer. Pero donde en el cómic era precisión, en la película el tempo no se desarrolla con fluidez. No es que transcurra a trompicones, ni que los puntos de giro estén mal dispuestos; tampoco hablamos de una película de acción vertiginosa, pero, volviendo al problema anterior, la duración de algunas escenas perjudica ese ritmo fluido que uno experimenta en el cómic.

Dejando aparte las cuestiones técnicas, volvamos a la historia en sí: Emilio, el protagonista de Arrugas, empieza a sufrir los estragos de esta enfermedad. Él se encuentra bien, no tiene más que algún pequeño despiste, alguna ensoñación (en la que, aquí sí, la película alcanza cotas de sensibilidad oníricas de gran belleza plástica) ocasional. Y pérdidas. Empezando con la familia, que lo arrincona en el geriátrico donde transcurre la acción. Y al poco la frustración: ex director de una sucursal bancaria condenado (como comprueba cuando su compañero de habitación le enseña la “celda” donde compartirán confesiones y recriminaciones) en una prisión aséptica; y al olvido, sin visitas familiares, apartado del mundo de ahí fuera, el de los jóvenes.

Sin embargo, la película (como el cómic) evita casi completamente el panfleto reivindicativo. Miguel, el espabilado compañero de habitación de Emilio y mentor en la residencia, pone en relieve esos pequeños detalles que ilustran la condena a la que se enfrentan los mayores: la incomprensión, la soledad, el paso sin fin y sin sentido de los días. Pero también, a través de la cámara, el dramatismo de la degeneración física y mental se trata con exquisita ternura. Así, los retratos de personajes como Máximo, aquejado de Alzhéimer profundo, y su esposa Dolores, que lo cuida con cariño y lo hace reír susurrándole al oído; la candidez de Antonia, o la sonrisa bobalicona de Ramón, desactivan el peligro de maniqueísmo.

A pesar de ser bastante fiel al cómic, hay que reconocer que los recursos gráficos más maravillosos de este tienen una difícil traslación a la pantalla. El proceso de degradación psíquica de Emilio está maravillosamente tratado. Y, creedme, realmente se produce así. Pero, aunque la degeneración paulatina de Emilio traza una evolución consistente a lo largo del metraje, las etapas finales no tienen la fuerza que Paco Roca demostró en la novela gráfica (sin intención de desvelar la trama: quien lo haya leído recordará cierta página doble hacia el final; pues eso). Por otra parte, la redención de Miguel es, en el cine, un punto demasiado obvio, cuando en papel no dejaba de ser ese pícaro que no necesita de todas esas acciones para revelar al lector su auténtico fondo.

En definitiva, Arrugas es una buena película, una historia tierna, emotiva y, dejadme subrayarlo, necesaria para nuestra generación. Desafortunadamente, la adaptación dista de ser perfecta, e incluso en ocasiones es defectuosa, pero la grandeza de la narración prevalece sobre estos detalles.

PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 6,5/10

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