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Entrevista Crazyminds con… Isabel Ayguavives: “El árbol magnético es un sitio que si vuelves a visitar de mayor pierde el encanto”

Las Termas de Jahuel de Chile esconden un tesoro muy particular: ‘el Algarrobo Magnético’. Un árbol compuesto de leyenda y realidad, un árbol que Isabel Ayguavives tuvo la suerte de ver, de observar, quedando grabado en la retina de sus ojos para siempre… Nos cuenta la directora gallega que nunca jamás ha vuelto a ese lugar, por eso de no romper el encanto, de no desmontar sus recuerdos; pero sí que ha querido compartir con el público aquella vivencia en El árbol magnético, su primer largometraje. Dice Isabel que fue como “buscar una aguja en un pajar” pero al final encontró su propio árbol cerca de Santiago para rodar. Lo que había quedado grabado en su retina, un recuerdo, está ahora atrapado en fotogramas.
Es curioso pero, a priori nada más le une a Chile. A priori. Y con ninguno de los cortos que preceden a su ópera prima se había ido lejos, mucho menos tan lejos. En la intimidad de una sala de cine y junto a otros dos compañeros cinéfilos Isabel Ayguavives nos cuenta con mimo y entusiasmo los motivos que le han llevado a inmortalizar de esta manera lo que no deja de ser una estampa familiar envuelta en un árbol que atrae… en todos los sentidos.

 
 

¿Por qué Chile? ¿Cuál es tu conexión con este país?
Hace como diez años un amigo mío chileno que vivía en España me invitó a acompañarle en un momento en el que él decidió volver para reunirse con su familia, llevaba trece años sin verles. Me sumé a ese viaje de paquete, para él era un viaje muy importante y yo iba allí a pasar unos días con su familia y luego a hacer mi vida. Pero la verdad es que su familia me atrapó y la parte que más disfruté del viaje fueron esas experiencias compartidas entre él y los suyos. Tiempo después -porque durante el viaje no fui consciente en absoluto-, sí que fueron sedimentando varias cosas relacionadas con aquel viaje, sentimientos míos que se revolvieron… y me pareció que ahí había un interesante germen para contar una película.

¿Tan buen germen como para decidir irte hasta Chile a rodar tu primer largometraje? 
 
La verdad es que era un reto y si uno lo piensa así fríamente dice: Dios mío te vas a meter a hacer tu primera película en Chile, en un país extranjero, no sé, vete un poco más a lo seguro, ¿no? De hecho algunas personas así me lo recomendaron, pero cuando las historias nacen de una pulsión sincera por compartir pues asumes los riesgos y no te haces esas preguntas, no quieres convertir en obstáculos cosas que a lo mejor otra gente diría que lo son. Lo que ocurre es que en el viaje a Chile también conocí el auténtico árbol magnético que es un poco el disparador de esa historia y trasplantar ese árbol me parecía una cosa como muy injusta.
 

¿Cómo fue tu experiencia con el árbol real?
A mí me pareció un sitio fascinante y de hecho es uno de los recuerdos más vividos que tengo del viaje. La visita que hicimos nosotros es más o menos lo que sucede en la película: llegamos por un camino de tierra que estaba sin señalizar en una camioneta… no nos dijeron muy bien dónde íbamos, creo que unos tíos de mi amigo lo llamaron ‘el árbol del imán’, pero no sabíamos nada de ese lugar y mi amigo ni siquiera lo conocía. Entonces hicimos el experimento: llegamos frente a un árbol, que como imagen era bastante impactante: estaba atardeciendo, el algarrobo se puso así medio rojizo y estaba como aislado, no había nada alrededor, solo la cordillera de fondo; entonces hicimos el experimento y el árbol atrajo el coche. Luego lo probamos poniendo la camioneta de culo que era todavía como más gracioso y todos ahí ja-ja, ji-ji, riéndonos, festejándolo…
¿Es ese árbol una metáfora de la atracción?
Bueno, yo me he servido de algo que estaba en la naturaleza, algo real que conocí y que se puede presar a diferentes interpretaciones. Yo tengo mi propia lectura, no tienen porqué compartirla otros, pero para mí el árbol magnético es, por un lado, un sitio al que uno desearía poder volver y también puede simbolizar un recuerdo especial del pasado. Es un sitio que a lo mejor si lo vuelves a visitar de mayor pierde el encanto.
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Nos hablas de cómo uno idealiza el pasado, de cómo las cosas no son como las recordamos, pero de alguna forma también está latente el tema de la emigración, ¿desde qué punto de vista, el de la búsqueda de identidad o el de la emigración como fenómeno actual?
Se ha vuelto un tema de más actualidad de lo que lo era en el momento en el que escribí la película, el tema del retorno del emigrante. Nosotros mismos ahora nos ponemos en el pellejo de los que antes venían de fuera, ahora somos nosotros los que nos tenemos que ir a otros sitios… Pero más que meterme en esa lectura social, trataba de representar a Bruno como un personaje que está desarraigado, para mí no es casual que el protagonista sea una persona que está ligada a esta familia por un parentesco político, eso es algo de lo que no se habla mucho en la película para no entrar temas melodramáticos –tampoco es trascendente-, pero partiendo de esa base, Bruno no tiene un ancla familiar más que ésta que ha dejado de ver a lo largo de un montón de tiempo. No tiene un ancla afectiva, no sabe a dónde pertenece, le da lo mismo vivir en España que vivir en Alemania, va un poco donde el trabajo le lleva. Esa identidad desarraigada para mí era importante en contraste con Nela que está absolutamente vinculada a un espacio, a un entorno, a un pasado… Él sin embargo ha olvidado muchas cosas en estos años en los que se le ha perdido la pista.
Además de poner frente a frente a un personaje desarraigado y a otro muy aferrado a su tierra, les envuelves en el tema este que decimos aquí de… “a la prima se le arrima”, ¿por qué decides plasmar esto -que digo de una forma tan basta- de una forma tan sutil en la película?
(Risas) Porque para mí la historia de El árbol magnético no trata sobre la relación exclusivamente entre Bruno y Nela, sino que trata de la relación de ellos con su pasado. En ese pasado hay cosas que no nos quieren contar y que ellos mismos quizá nunca han verbalizado, entonces por ser respetuosa con ese pudor que ellos mismos tienen pues la historia está contada de una forma como muy latente. Ellos tienen una especie de desajuste en cómo cada uno se percibe al otro porque ya no son las mismas personas que se dejaron de ver hace tiempo, y eso no se expone en un fin de semana. Él además está sobrepasado por toda la familia que le envuelve siendo el centro de atención… Si Bruno ha olvidado cosas y en su momento ni siquiera las verbalizó, ¿ahora en un fin de semana tiene que sacar eso a la luz? Eso no sucede en la vida real y yo quería ser respetuosa con cómo yo había percibido la propia historia que quería compartir.
¿Cómo trabajaste esa ‘tensión’ con Manuela Martelli y Andrés Gertrúdix, los dos actores protagonistas?
La verdad es que entre ellos dos había una química fantástica, y eso que asumimos un reto grande, porque no estuvimos los tres juntos en una habitación hasta bien cerquita del rodaje. Manuela siempre había sido la persona que yo había tenido en mente para el personaje de Nela, lo escribí pensando en ella de pequeña, porque como es tan importante el recuerdo y lo que pasó años atrás… Yo imaginaba a Manuela en Machuca, en B-Happy, sus primeros trabajos, cuando ella era pequeñita, y en ese cuerpo como que todo cobraba entidad. Y luego entre ellos dos a la hora de juntarse y trabajar las escenas la verdad es que había una conexión muy buena. Manuela tiene menos peso textual, el personaje Bruno, el que hace Andrés, tampoco se expresa demasiado, es bastante introvertido, pero a través de las miradas, a través de pequeños gestos van acercando sus mundos, que ya no son los mismos, pero van haciendo un viaje conjunto.
Conjunta también es la producción de la película entre España y Chile, ¿son estas coproducciones hispano-españolas un buen salvavidas ante las dificultades que hay para hacer cine?

Yo no me habría obligado a escribir una historia que sucediese en Chile sino hubiese sido algo que me hubiese salido de las tripas, pero cuando los proyectos nacen de algo orgánico y se busca el mecanismo para que eso fluya pues es perfectamente comprensible, en nuestro caso, que hayamos coproducido con Chile. La coproducción en general puede servir a otros proyectos, pero siempre desde el respeto hacia el proyecto, no haciendo cosas raras en plan: es que tengo que rodar un cacho aquí por equis otros motivos…

¿Llegaste a rodar algo aquí en España? 
Sí, pero se ha quedado en el tintero…
Bueno, pues para la versión extendida en DVD lo podremos ver…
(Risas)
Teniendo en cuenta que trabajasteis en un entorno natural, ¿surgió algún imprevisto logístico o meteorológico?
Meteorológicos pocos porque rodamos en la zona de Santiago en un radio a lo mejor de una hora y poco desde la capital buscando la presencia de los natural –cosa bastante difícil porque Santiago es semidesértico-, pero nos esforzamos, encontramos un poco de verdor. Rodamos dos semanas en noviembre y dos semanas en diciembre y allí está empezando el verano, entonces el tiempo nos respetó bastante, las noches eran frías sí, el agua estaba fría y esas cosillas (risas); pero por lo demás, las horas de luz eran suficientes para afrontar un rodaje en veinte días cuando tienes a dieciséis personajes interactuando en secuencias que son tan largas. El rodaje era apretado.
Muy diferente a los rodajes de tus cortometrajes… 
Me he encontrado con un montón de retos por la propia naturaleza de la historia, los cortos que yo he hecho eran historias donde tienes poco texto o pocos personajes, o una cosa como muy localizada. De repente pasas de eso, no solo a tu primer largo, sino también al hecho de hacerlo en otro país, sin tiempo para ensayos previos, que es como un salto sin red, con un lenguaje que has oído pero que no dominas y… tienes que rodarlos en veinte días y además una cosa como muy coral, ¡yo nunca me había metido en semejante jardín! Ha sido un reto no solo por el salto del corto al largo, sino por la cantidad de elementos intrínsecos de la película.
¿Te has servido de alguna referencia cinematográfica concreta para dar forma a la estética de El árbol magnético?   
A mí me gusta beber de muchas fuentes y no exclusivamente del cine, porque al final las películas que sólo beben del cine acaban pareciéndose a otras películas y pierden un poco su esencia. Mi motivación era compartir una experiencia de vida, una experiencia vital y que eso sirviese para hacer una reflexión, no tanto someterla a ciertas pautas estilísticas. Pero es verdad que a mí el cine que me gusta es el cine de corte realista, con todo lo genérico que puede ser ese término, y para esta película en concreto revisitamos obras que, ya sea por nuestro gusto estilístico o por coincidencias argumentales, nos interesaban; nos interesaba saber qué habían hecho otros como puede ser Las horas del verano de Olivier AssayasMilou en mayo de Louis Malle, el cine de Cesc Gay a mí me encantaFicciónera un título que tenía súper presente a la hora de hacer esta peli… Rohmer… en fin, un montón de cosas pero no sólo del cine, también literatura, pintura, hasta música. Yo tenía una amplia carpeta de referencias que compartía con determinados jefes de departamento, daba a cada uno lo que le podía interesar, en plan pues mírate esto o esto otro a ver qué te sugiere. Trataba de establecer un diálogo con las personas con las que iba a trabajar y a partir de ahí ir alineando posturas. La idea era decir: mira este es mi bagaje, pues vamos a encontrar sintonía a través de estos elementos, con propuestas, así es más enriquecedor.
Ahora que tienes fecha de estreno -1 de agosto-, que ya es una realidad, que tu película se va a ver en salas… ¿puedes decir que no es tan difícil hacer cine español?
(Risas) Joé, ¡es dificilísimo! Yo creo que nosotros, teniendo en cuenta el tipo de película que tenemos y la envergadura -que es una película muy pequeñita, mínima-, estamos siendo bastante afortunados, por cómo la gente está recibiendo la película, los sitios por los que ha pasado y las ventanas que se me están abriendo. Afortunadamente vamos a poder distribuir en salas, aunque sea con poquitas copias, pero no todo el mundo lo puede hacer. Pero bueno… han sido, por mi parte, cuatro años de proyecto, no de continuo porque entre medias he estado trabajando en series y otras cosas. Haces la hucha, te retiras un tiempo, sigues escribiendo, tal, pero eso, ponte a sumar y al final son cuatro años desde que pares la idea hasta que finalmente dices: señores esto es para ustedes.
¿Esto habría sido posible sin el altavoz de un festival como el de San Sebastián o podría haber corrido otra suerte y al final haber llegado al mismo punto? 
Pues no tengo ni idea, porque como es mi primera experiencia, es lo único que tengo para medir lo que está sucediendo. Si la historia hubiese sido otra pues mi lectura sería diferente. Tengo la sensación, por lo que para mí supone San Sebastián, que eso ha sido fundamental y que además en concreto en la sección en la que nosotros hemos debutado, la de nuevos realizadores, era el escaparate perfecto para nuestra película, o sea que hemos salido a la luz en el sitio deseado.
 
 

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