InicioCine – ArchivoEL ÁRBOL DE LA VIDA (Terrence Malick, 2011)

EL ÁRBOL DE LA VIDA (Terrence Malick, 2011)

Mente abierta. Despejada. Deja todo lo que puedas haber imaginado del cómo será esta película antes de entrar en la sala, pues nada se le parecerá. Sensación de extrañeza. Poesía. Impacto. Comenzamos con tristeza. La que deriva de la pérdida, en este caso de una madre que sufre por el reciente fallecimiento de su hijo. Y a partir de ahí trazamos un camino de imágenes. Sólo imágenes. Bien se hace valer el ‘más vale una imagen que mil palabras’ en esta cinta, pues las imágenes pocas veces se acompañan de diálogo. Tan sólo debemos mirar y admirar. Y nuestra mirada es la clave. Las imágenes nos transportan al origen. El origen de todo. El origen de la vida. Todo contado como si de una sinfonía musical se tratase, pues la imágenes se acompasan de forma armónica al hilo musical que acompaña el film (maravillosa la banda sonora).

Su título refleja la síntesis exacta de lo que cuenta la película. Malick muestra cómo evoluciona el mundo, cómo evoluciona la naturaleza, y también las cosas que permanecen. La dominación por parte del más fuerte sigue vigente. Tal como el dinosaurio grande aplasta al más pequeño, el padre domina a sus hijos. Señalaremos en este punto la inapelable e irrefutable actuación de todos los personajes del film: Brad Pitt y Jessica Chastain traspasan la pantalla con sus emociones, sus reacciones y sus fueros internos, ya sean por bondad o por maldad. Sean Penn transmite sensaciones sólo con sus miradas; y los niños son fuente inagotable de sentimientos transmitidos, nada que envidiar a los ya curtidos actores adultos.

Maravillosa es la esencia de la infancia que capta Malick en el film. La voz off que acompaña lo mostrado habla de las dudas de un niño ante la vida, ante el origen de la misma, ante el mundo que le rodea y que no comprende. Le da voz a una madre de tres hijos que palia además con un marido autoritario, sobre todo con el hijo mayor. Y les dice que amen a todo el mundo, que perdonen, y que vivan. Todos tienen voz. Y en el fondo, esa voz también es la voz del espectador, una voz que plantea dudas y miedos. Y le da voz a la madre mayor, a la Madre Naturaleza. Aun cuando en imagen se muestre una ciudad o parte de ella, la ambientación sólo se centra en el sonido del viento, o de las hojas. La naturaleza es la que habla. Y el tiempo avanza. Avanza como las corrientes de agua. Y avanza tal y como la cámara está en continuo movimiento, sin planos estáticos y con una fotografía soberbia .

Todo forma parte de la vida, y hemos de aprender que la oscuridad, que el fuego, que la muerte, forma parte de ella. Y que todos nos encontraremos tarde o temprano en ese destino. Como caminantes todos andamos hacia un punto común. Da igual las bifurcaciones que hayamos tomado en el transcurso.

La familia en la que se centra la historia, en verdad, es sólo una familia más. Malick entreteje de forma imperiosa y con una belleza digna de Afrodita la parte metafísica del film dejando ver que, realmente, las situaciones de autoridad paternal, los lloros de la madre, los enfados de los niños, las dudas de un infante, son situaciones pasajeras, temporales, diminutas ante el mundo el nos rodea, diminutas a los ojos del caos universal.

No es una película para todos los públicos, y esto no es criticable. Aquellos que logren conectar se sentirán maravillados ante la conexión entre lo universal y lo personal. Malick no es un director cualquiera. Su huella quedará grabada aun cuando el mundo siga su evolución.

PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 9.5/10

Salir de la versión móvil