Como es habitual durante la promoción de una película hollywoodiense, en las últimas semanas el cartel de la nueva obra de Michael Bay ha plagado los muros y marquesinas de las grandes ciudades. Y después de verlo repetido tantas veces y en tantos lugares he llegado a la conclusión de que no hace justicia ni con el contenido ni con el continente. No sé si por decisión propia, este director suele hacer uso de este tipo de imágenes para vender sus películas, traten el tema que traten: dos tipos duros y una tía buena. Ya sea Armageddon, Pearl Harbor o Transformers… Simplemente intenta atraer la atención del público, de su público, pero mucho me temo que en esta ocasión, le puede salir el tiro por la culata.
Me explico: Michael Bay hace un tipo de películas que llaman la atención por la parafernalia y por los aires de grandeza. Y aparentemente, Dolor y dinero reúne todas las cualidades necesarias para ser una de esas películas. Pero, -y creo que esto puede atraer a muchos-, si nos ponemos a analizarla minuciosamente podemos meter tranquilamente a ésta en otro saco. El estilo, he incluso la temática, se aleja notablemente de lo que nos suele proponer Bay.
Esta vez se ha empeñado en tirar por tierra el sentido del sueño americano y demás patriotismos, eso mismo que tantas veces ha ensalzado. Y lo hace incluso con gracia. Para conseguir semejante hazaña ha tenido que echar mano de un hecho real. Un hecho acaecido en 1995: Dos ratoncillos de gimnasio con ganas de mirar desde arriba la ratonera intentan hacerse a sí mismos a base de robar, literalmente, los logros de una rata más grande. ¿La víctima elegida?, un empresario judío.
Los dos ratoncillos, que por cierto (como habréis intuido) están hasta las cejas de anabolizantes, eligen a un ex presidiario iluminado como tercer miembro del grupo. Al final éste resulta ser la única cabeza pensante -hasta cierto límite- y corazón sintiente, pero aquí el tercero en discordia, apenas tiene voz y voto. Y además es cocainómano. Llega cual Michael Clarke Duncan en la Milla Verde -queda aquí demostrado que Dwayne Douglas Johnson es su sucesor natural-, a salvar las almas descarriadas de los que le rodean, pero poco puede hacer por ellos y por sí mismo.
Pero sigamos con la historia… Entre los tres ingenian un plan plagado de fallos y de momentos inverosímiles que están adornados con un rótulo que nos recuerda que todo, incluso lo más bizarro, ocurrió de verdad. Si consiguen o no lo que se proponen… sugiero que lo veáis con vuestros propios ojos, que seguro también van a agradecer el ritmo y la calidad de la fotografía. El montaje me llama la atención, quizá porque es original, gamberro… o quizá porque simplemente me ha impactado encontrarme con este carácter en una película de Michael Bay.
El argumento está, para mi gusto, tan bien enhebrado que casi paso por alto analizar el trabajo actoral. Ya he mencionado la interpretación de The Rock, la que más sonrisas puede llegar a arrancar al espectador, pero tampoco se puede menospreciar el trabajo de Mark Wahlberg y Anthony Mackie, que, aunque están a años luz de ser nominados a un premio Oscar por esto, al menos cumplen su cometido: el de ser graciosos sin pretenderlo.
Me atrevo, para poner la guinda, a desvelar parte del final. Voy directa a los créditos: el momento donde el director nos muestra las fotografías de los protagonistas reales y lo que fue de ellos… Momento impagable.
PUNTUACIÓN CRAZYMINDS : 7/10