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DÍAS DEL CIELO (Terrence Malick, 1978)

El último festival de cine de Cannes nos dejó con con muy buen sabor de boca: grandes películas, grandes directores, algunas dosis de polémica y mucho glamour. Los últimos años venían marcados por la entrega de su máximo premio, la Palma de Oro, a películas con un perfil más independiente, probablemente para que su proyección de futuro fuera próspera. Sin embargo, este año la alfombra roja del festival se ha rendido ante un director que no pisó la misma: Terrence Malick y su película El árbol de la vida (The tree of life, Terrence Malick, 2011).

La primera aparición del director estadounidense en el certamen francés fue con su segundo film, Días del Cielo, película que recomendamos esta semana y con la que ganó el premio al mejor director en Cannes. No obstante, la película obtuvo críticas dispares. Por un lado, la calificaron de preciosista, con una belleza prístina de imágenes, y por otro lado de sosa e insólita, con una dirección de actores sin relevancia alguna.

La película narra la historia de una pareja (Richard Gere y Brooke Adams), que emigra de Chicago a los campos de Texas entre los años 1916-1917, para trabajar en las cosechas de trigo de un terrateniente (Sam Shepard), donde se harán pasar por hermanos. Allí, el terrateniente se enamorará de Abby (Brooke A.) y los dos ‘hermanos’ serán capaces de sacrificar su amor por intentar lograr una mejor vida y así poder deshacerse de la pobreza que les persigue. Lo que los protagonistas no saben es que nada volverá a ser lo mismo una vez comenzado ese ‘suicidio amoroso por dinero’, dejando patente la evidente parábola entre el cielo y el infierno y narrado en primera persona por Linda (Manz, personaje que acompaña a los dos enamorados desde el principio de la película).

La película nos puede recordar al clásico Las uvas de la ira (The Grapes of Wrath, John Ford, 1940) por sus claras similitudes temáticas y por sus influencias freudianas, allí donde el sentimiento de lo bello y lo sublime aflora en el espectador.

Cada plano del film tiene forma y fondo. Todos hablan de algo de una manera determinada. Todos ellos expresan la relación que se mantiene entre los protagonistas. El paisaje, probablemente, pueda considerarse como uno más de sus protagonistas, llevando la metáfora del mismo a las relaciones humanas y enfrentando al espectador a preguntas sin resolver dentro de la película, como cuando la propia Linda dice: «…mi amiga no tenía dinero, y ni siquiera sabía dónde ir, …supongo que encontraría algún chico que la hiciera feliz,…al menos eso deseo porque era mi amiga , me caía bien y la quería…».

Malick se caracteriza no precisamente por su extensa filmografía, sino por todo lo contrario (ha rodado seis películas desde 1973), todas ellas merecedoras de ser admiradas. Y en este film en concreto nos narra una historia universal bañada con unos tremendos paisajes, un tremendo Sol y una preciosa Luna, elementos que convierten la película en una definitiva obra maestra recomendable para todo el público. Un extraordinario espectáculo para los sentidos.

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