InicioCine – ArchivoCENTAUROS DEL DESIERTO (John Ford, 1956)

CENTAUROS DEL DESIERTO (John Ford, 1956)

Si hablamos de un director clásico por antonomasia, debemos nombrar sin duda alguna (entre otros) a John Ford, sobre todo por su ejercicio narrativo en los western y por la forma de presentar al héroe como personaje principal en sus películas.

La película, basada en la novela de Alan Le May, nos sitúa en Texas, tres años después de la Guerra de Secesión (s.XIX). Ethan Edwards (interpretado por un siempre magnífico John Wayne) regresa a casa tras la guerra, cansado y derrotado por la misma. Allí encontrará un aliciente para poder seguir sintiéndose vivo: los indios comanches han raptado a su sobrina y asesinado a parte de su familia. Ethan emprenderá la búsqueda de la muchacha (Natalie Wood) de la mano de su joven y eterno compañero de viaje en esta travesía, Martin (Jeffrey Hunter), que durará cinco años, entre 1868 y 1873.

El comportamiento del protagonista es contrario a muchos de los comportamientos sociales morales de los que está rodeado. No oculta en ningún momento su actitud racista y su odio profundo hacia los comanches. Practica la violencia de manera desmesurada. Psicológicamente, sus actuaciones son más propias de seres primitivos, reaccionando de manera impulsiva, compulsiva y de manera visceral, sin compasión, sin tolerancia, sin respeto. Se aleja de la iconografía del héroe y de la mitología del género. En definitiva, un personaje crudo, más propio de una obra de Shakespeare, o incluso algún personaje de Scorsese como Travis Blickle (Taxi Driver, 1975, Martin Scorsese), es decir, un ANTIHÉROE.

La película, enmarcada como un clásico del cine, está a la altura de los mejores western de todos los tiempos. John Ford plasma en el film un dominio completo de la narración cinematográfica, su tiempo y su poética. Además, destaca (como siempre) en su excepcional trabajo en la dirección de actores, sobre todo profundizando en el nivel psicológico de los mismos. También es capaz de dominar los recursos técnicos de los que posee y sacarles el mayor partido rodeándose de grandes profesionales, sólo hace falta ver la fotografía de la película (realizada por Winton C. Hoch), la música (de Max Steiner) o los propios escenarios que se convierten en un personaje más de la narración.

Una película que aborda una historia con altas dosis dramáticas, ciertos momentos de humor, y un fuerte contenido psicológico (sobre todo en los personajes) en la que, probablemente, sea la mejor interpretación del gran John Wayne. Más que recomendable para cualquier amante, o no, del séptimo arte, y no sólo por un servidor, sino por personajes de renombre como Steven Spielberg (la califica como la mejor película de la historia), Quentin Tarantino, Francis Ford Coppola o el anteriormente nombrado Martin Scorsese.

Como nos dice el film: “Algún día (el mundo) se convertirá en un lugar agradable para vivir, puede que hagan falta nuestros huesos como abono para que eso ocurra.”

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