¿Arrogante? Sí. ¿Y por qué no? Puede serlo y es el mejor en ello. Cuatro actores, una localización y una historia a priori absurda y banal. Y tras la cámara: Roman Polanski. Le gustan los retos, y los ejecuta con gran éxito. Polanski se desenvuelve en los espacios cerrados como un león en la selva. Lo demostró en Repulsión, en El Quimérico Inquilino o en La Semilla del Diablo. Y lo ha vuelto a hacer con más maestría si cabe, ésta vez desarrollando el grueso de la historia en un salón, pues sólo se permite salir al exterior en dos ocasiones: para mostrarnos el casus bellide la trama principal y con ello presentarnos los créditos de la película; y para hacernos saber que la película ha terminado, liberándonos del salón de una casa como a un hámster de su jaula, literalmente.
Dos críos tienen un encontronazo: uno de ellos arremete con un palo al otro. El agredido sufre el golpe en su cara, con sus consecuentes daños. El agresor parece tener motivos para haber realizado tal agresión. Y las posturas de los padres comienzan siendo eso, posturas. O mejor dicho, comienzan manteniendo la compostura, la superficialidad de ‘vamos a disculparnos y reparemos entre ambas partes los daños causados’. Pero lo políticamente correcto se quiebra ante el absurdo que rodea todo el film. Los padres del agresor (Kate Winslet y Christoph Waltz) se despiden y se encaminan a la puerta. Los padres (Jodie Foster y John C. Reilly) de la parte agredida señalan que debe haber una disculpa. Y el ascensor sube para recoger a los invitados. Jodie Foster apostilla la importancia de la presencia de los padres. Waltz atiende su móvil al tiempo que señala no tener tiempo para asistir a la reconciliación de los niños. Kate Winslet, sonrisa en cara, invita al matrimonio contrario a cenar para la petición de las disculpas. John C. Reilly afirma que la víctima nunca debe ser la que se desplace a casa del agresor. ¿Y quieren un café? Pues pasen.
Así, en medio del mayor, hilarante y patético absurdo se suceden los diálogos de estos cuatro personajes. Y lo mejor de todo… nada es previsible.
Los personajes crecen a medida que sus vidas se destapan y la catarsis entre parejas se convierte en una más que distendida borrachera (con un whisky inmejorable, eso sí). Lo que era una perfecta imagen de elegancia y corrección, se vuelve un delirante desmoronamiento en el que para ir al baño tienes que cruzar toda la casa y pasar por la habitación del matrimonio opositor con el objetivo de lavarte los pantalones que tu mujer te ha manchado con su vómito.
Con tal reparto todo podía ser para mejor. Impecable actuación la que corresponde a ellas, con una minuciosa y colérica Jodie y una paciente y rompedora Kate. Matrícula de Honor para ellos con la aportación de un maquiavélico humor tan ácido como desternillante adornada con una porcina risa por parte Waltz que quedará marcada en la comicidad de la cinta para la posteridad.
Nada que objetar a la técnica, con una perfecta y natural fotografía, de forma apropiada casi carente de banda sonora y cuya duración, se diría, la exacta. Más que posible es que te levantes de la butaca con ganas de más, pareciendo que los 79 minutos que has estado sentado se han reducido inexplicablemente a cinco en tu percepción temporal. Pero el final es el adecuado. Imprevisible, pero adecuado.
Guión de Polanski y Yasmina Reza, autora de la obra teatral en la que se basa esta película. Un guión que, huelga decir por lo ya escrito, es una obra maestra.
Con una película así, desde Crazyminds no ya sólo recomendamos acudir al cine a verla, sino que casi afirmamos que es de obligado cumplimiento.
PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 9/10