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Atmósfera Cero (Peter Hyams, 1981)

ATMÓSFERA CERODentro de la costumbre del cine americano de recurrir a los remakes para, en la mayoría de los casos pulir la falta de ideas de sus guionistas (ahora pretenden hacer uno de El Secreto de sus Ojos con Denzel Washington en lugar de Ricardo Darín), existen notables excepciones que permiten ver la misma historia desde otros ángulos. Entre ellas se encuentra Atmósfera cero, con la que el director Peter Hyams se llevó el mítico western de Fred Zinnerman, Solo ante el peligro, al terreno de la ciencia ficción. En otra vuelta de tuerca, Hollywood amenaza con un remake del remake.

El protagonista también es un sheriff pero, en lugar del pueblo del Lejano Oeste de la obra de Zinnerman, en Atmósfera cero nos lleva hasta una luna de Júpiter a una colonia minera donde se han producido una serie de suicidios inexplicables entre los obreros. William O´Neil, interpretado por Sean Connery, decide investigarlos lo que llevará a descubrir una peligrosa operación de drogas y pondrá su vida en peligro. O´Neil tendrá que enfrentarse solo a los criminales sin que nadie decida ayudarle.

Sin brillar demasiado, Atmósfera cero supone una de las mejores películas de Peter Hyams, un director con una carrera llena de altibajos desde 2010: Odisea dos a The Relic. El director elige la figura del héroe que clavó un crepuscular Gary Cooper con Zinnerman para mostrarnos el valor, la convicción de los principios, el sentido del honor y la lucha desesperada contra adversidades apabullantes. El director decide acentuar la mezcla con el ambiente claustrofóbico y oscuro de otra película de ciencia ficción que un par de años antes había sorprendido al público: Alien. En este caso hemos de decir que ni mucho menos la suma es mayor que las partes. Hyams consigue una película sólida, entretenida y, digamos, completa que no destaca por sí sola pero que tampoco defrauda. Sin embargo, el film guarda un cierto regusto melancólico que la dota de un encanto que solo gozan ya las películas futuristas de los ochenta. Nos encontramos así con incongruencias como paseos y viajes espaciales pero peleas con recortadas de perdigones o esos ordenadores donde todavía asaltan a la vista las letras verdes del sistema MS-DOS para transmitir una video llamada.

Aunque se queda a años luz de Gary Cooper, sin duda lo mejor de la película es un Sean Connery maduro, alejado ya de sus papeles como James Bond, que deja entrever a la perfección la imagen de tipo duro que aparentemente no tiene sentimientos. Connery teje un personaje más próximo a los westerns utópicos que a las desmitificaciones que surgieron en la última época del género. Aquí el bueno es muy bueno y los malos muy malos. No hay claroscuros que permitan vislumbrar simpatías o odios hacia unos u otros. Además, el protagonista sacrifica su vida personal en pos de la justicia y la bondad.

La trama es ágil, la acción no desentona y el final, si bien se ve venir, sirve para cerrar la historia sin problemas. Toda una curiosidad para pasar un tarde agradable y recordar cuando en el espacio los perdigones servían para pelear con trajes espaciales.

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