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15 años y un día de Gracia Querejeta

La ausencia del padre parece ser el eje de 15 años y un día, primero en la trama, segundo en la producción de la misma y tercero, por desgracia, en la vida real de Gracia Querejeta. Explícitamente dedicada a su padre, según reza el título con el que termina la película, se trata del primer trabajo que Elías Querejeta, fallecido el domingo, no había producido para su hija.

Más allá de las casualidades, se está promocionando 15 años y un día como un retrato de la rebeldía en la adolescencia, un drama familiar al uso. Sin embargo, la historia de Jon, un joven huérfano de padre, conflictivo y de conductas extremas al que su madre manda a vivir con su abuelo al Sur tras ser expulsado del colegio, es mucho más de lo que la sinopsis plantea.

Tal vez los aplausos que la cinta recibió en el Festival de Málaga pusieron las expectativas demasiado altas para los espectadores más exigentes. Pero hay que querer ver más allá de un argumento aparentemente simplista sobre un tema complejo para apreciar esos detalles costumbristas con los que sólo directores de la altura de Icíar Bollaín, Fernando León o la propia Querejeta saben mostrar tan íntimamente y con tan buen gusto. Un cine realista con el que somos capaces de identificarnos, incluso sin haber vivido nada parecido.

Cabe decir en su contra que el guión adolece de la fuerza que sí tiene la interpretación de los tres personajes principales. Abuelo, madre e hijo encuentran en Tito Valverde, Maribel Verdú y Arón Piper la credibilidad en una trama que flojea a ratos, pero que en seguida se recupera a base de miradas que lo dicen todo y donde las palabras sobran.

PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 7/10

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