¿Te imaginas que una mañana de resaca tras una juerga despiertas en una celda, convertido en esclavo, separado de tu familia y no recuerdas nada de lo que sucedió la noche anterior?
Esta es la historia, basada en hechos reales, de Solomon Northup, un músico negro y libre que es drogado y vendido en la América esclavista de antes de la guerra de secesión a mediados del siglo XIX.
Cuando parecía que poco o nada quedaba por contar en el Cine sobre la historia de la esclavitud en Estados Unidos y menos tras historias tan recientes como Django desencadenado de Tarantino o Lincoln de Spielberg, llega Steve McQueen con Doce años de esclavitud reivindicándose con nueve nominaciones a los Oscar, incluidas película, actor y director.
Muchos pensarán que se trata de otra historia más sobre esclavos. Pero donde el director inglés mete el dedo en la llaga ha sido en el tono con el que trata la crueldad del hombre blanco. Y lo consigue, a mi juicio, sin apelar a recursos que provoquen la lágrima fácil. La voluntad de vivir es el lema de la película, el objetivo de Solomon Northup para vencer y sobreponerse a las injusticias, torturas y degradaciones.
La película es sobria, dura y muy explícita. Parte de un guión sólido, del que esta vez no se encarga McQueen sino John Ridley, y de un elenco de actores, que son los que consiguen en conjunto una sinfonía perfecta del dolor. Aunque se está hablando mucho del trabajo del actor protagonista (Chiwetel Ejiofor) para el Oscar, me quedo sin duda con la interpretación de Michael Fassbender en la piel del sádico esclavista Edwin Epps. Pocos actores serían capaces de exprimirse tanto para encarnar tanta vileza. Pero la gran revelación de la película es la debutante Lupita Nyong’o. Brutal y desgarrador son dos adjetivos que se quedan cortos para definir la actuación, breve, pero espléndida, de esta actriz que incluso cuando está siendo azotada desprende belleza y magnetismo.
“¿Aporta McQueen algo nuevo al tema?”. La respuesta es completamente subjetiva, pero bien es cierto que Doce años de esclavitud es una película honesta, valiente y arriesgada, que marca la frontera que distingue a un ser humano de quien no lo es.
PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 8/10